Diógenes. Jean Léon Gerome, 1860. |
El miedo embrutece y la impopularidad es un bien deseable, intuimos cierto lo primero; que ganar la mala fama sea una virtud trabajada con esfuerzo nos parece una extravagancia social. Seguimos. No partirse el pecho por recibir aplauso y admiración no es una provocación ni la pose odiosa con la que se manifiesta la falsa modestia. Los bienes, la riqueza y el elogio público son indiferentes, en todo caso significan un estorbo para conquistar lo único importante en esta vida: la felicidad.
En Grecia la pobreza es de tal calibre que los campesinos guardan bajo la lengua una moneda, durante el día juegan con ella entre los dientes, si es que conservan alguno, sin atreverse a sacarla de la boca, no fuera que alguien quisiera robarla. La democracia ha sido sometida al capricho de los caudillos militares. Nadie se atreve a contrariar al monarca de turno. Ni siquiera el teatro y las comedias están autorizadas. Un asco.
Un desharrapado se atreve a pasear por la ciudad, se ríe de todo y eso que es un apátrida que no tiene ni para llevarse una moneda a la boca. Es un tipo que defiende la austeridad extrema, tanto que es capaz de romper su taza cuando observa que otro bebe agua en el cuenco de la mano. Crisis política y económica y el desgraciado se carcajea de todo. Un loco. Se atreve a decir que la educación, entendida como justicia y decencia, es el mejor ornamento del ser humano, mucho mejor que la riqueza porque distingue a los que la tienen de los que viven como sonámbulos. Y como le importa un rábano la posteridad, aconseja escribir los conocimientos no en pergamino sino en el alma. Le llaman perro con intención de ofenderle; le acusan de comportarse con la misma impudicia del animal, indigno porque no esconde su naturaleza.
Réplica del dracma. Photograph: Yorgos Karahalis/Reuters |
Un cínico, es Diógenes, aquel que en 400-323 a. C se enorgulleció de ser comparado con un perro. Su virtud era la libertad personal, decía que el único gobierno justo es el del Universo. Es tan atrevido y deslenguado que no pide papeles de ciudadanía, le han desterrado ¿Y qué? sabe que la verdadera libertad está en el universalismo, fuera de los prejuicios nacionales. Todos los seres humanos son hermanos, hijos de un mismo Dios. Detrás de él vinieron muchos otros cínicos, una escuela de artistas que contempla la humanidad como ese animal, llamémosle perro, merecedor de respeto y también de risas y chanzas, no hay más que ver la historia económica de los últimos dos mil quinientos años.