Óleo de Robert Llimós, Visitants. 2009.
Madeleine Peyroux cantaba Got you in my mind,
mientras desde la nave dos horripilantes criaturas la miraban con fijeza. ¿Qué
querrán de mí? ¿Por qué me han elegido? Lara quería entrar en casa,
cerrar todas las ventanas y esconderse debajo de la cama, pero una fuerza
inexplicable mantenía sus pies desnudos pegados al suelo de la terraza.
El aparato volador tenía tres grandes ventanales, como si fuera la galería de
un piso del ensanche barcelonés; en el centro, los dos seres de mirada
hipnótica la tenían cautiva sin que a pesar de todas las leyendas, el
cedé se estropeara por la acción extraterrestre, tampoco se descuajeringó
el ventilador eléctrico. Al contrario, la Peyroux
continuaba ahora con Don't cry baby y
el sonido era excepcional.
¡Vaya
sarcasmo! Lara quería llorar y gritar pero no podía, como en esas
pesadillas en las que quieres huir de una persecución pero tu cuerpo se niega a
mover un músculo. Ahora se arrepentía de tomar la fresca y dos
chupitos de ginebra Larios para
relajarse en aquella bochornosa noche de verano. ¿Estaré soñando?
Los alienígenas le dieron la respuesta en forma de hecho físico, prueba de que
la cosa no era ninguna broma.
Un rayo azul,
fino como hilo dental salió del dedo de la mujer del otro mundo para
dirigirse al ordenador portátil abierto sobre la mesa plegable. Un
nubecilla de vapor cubrió la pantalla e impidió que Lara pudiera ver de reojo
el estropicio, pero no hubo estallido ni salió humo, sólo se oía la voz
de cantar J'ai deux amours. De
pronto, la nave osciló como una peonza para perderse detrás del Tibidabo, por
fin Lara recuperó el gobierno de su cuerpo, la nube sobre el
ordenador se desvanecíó y en la pantalla apareció una
palabra: ZORROCLOCOS, en mayúsculas y en Times New Roman tamaño 20,
que estuvo colgada durante dos meses, sin que el ordenador
obedeciera los reseteados, ni le importara la desconexión del fluido eléctrico.
La tarde del 13 de octubre se fundió para siempre la pantalla en la que
permaneció tatuada la rara palabra, cuyo significado ya conocía
Lara. Enterró el portátil en el tiesto del Hibiscus. Ahora sabía que los
alienígenas están aquí, nos observan y saben de nosotros más que si nos
hubieran parido.