Nagesh Goud |
¿Quién entre nosotros no siente, de tiempo en tiempo, que en algún lugar de futuro se encuentra un rincón mágico, o quizá terrible, en el cual encontraremos la Vida en una actitud llena de promesas?
En el prólogo al relato de Henry James, La bestia en la Jungla, la reflexión anterior tiene mucho sentido porque plantea un conflicto universal, encarnado en el protagonista, John Marcher. Somos el fruto de nuestro compromiso con el mundo y, muy en particular, por los lazos que nos unen a otras personas. El vínculo que nos da la oportunidad de vivir es el Amor, sin que medie el interés, la utilidad, beneficio personal o cualquier otra satisfaccion material. ¿Un ideal amoroso? Nada de eso, Henry James trata en su relato el asunto fundamental: la cobardía del ser humano que marchita sus esperanzas y su proyección como individuo libre en favor de un egoísmo que le incapacita para vivir con plenitud.
En La bestia en la jungla, Marcher renuncia al Amor porque es incapaz de salir de si mismo para integrarse en el proyecto personal de otra persona. La cobardía y el egoísmo le convierten en un no ser. Una muerte psíquica que espera la oportunidad para reunirse con la biológica. Quien huye del compromiso y sus peligros, da portazo a la esencia de su condicion humana, pierde la identidad que nos define como especie, de manera que quien elige no ser nada para nadie, se transforma en un zombi que camina torpe y receloso porque está privado, por propia voluntad, de discernir y valorar la existencia, atemorizado ante la perspectiva de ser descubierto en su verdadera dimensión de individuo vencido por propia mano.
Mata la vida que no hemos vivido más que la vida vivida. Lo saben los letristas de boleros quizás mejor que los filósofos y lo saben algunos al llegar al último tramo de la vida.
¿Qué haría usted si tuviera la seguridad de volver a vivir? La mayoría destaca que se comportaría con más valentía que habría elegido un camino con más riesgos, no materiales, sino personales.
La conquista de experiencias vitales que iluminan la existencia humana es un motivo suficiente para apartar de nosotros el miedo a vivir. Y luego, si nos queda tiempo, podemos leer a Henry James en su mejor relato, escrito con tanta elegancia y sabiduría que sabemos, ya desde las primeras páginas en qué lugar de la vida queremos estar.