Imagen de 1910, propaganda de un teléfono sin hilos. Paleofutureblog. |
El escritor llega a algo a costa de estudios interminables que representan un capital de tiempo o de dinero; el tiempo vale dinero, lo genera. Su saber es pues una cosa antes de ser una fórmula, su drama es una experiencia costosa antes de ser una emoción pública. Sus creaciones son un tesoro, el más grande de todos; produce sin cesar, trae consigo disfrutes y pone en marcha capitales y fábricas. De esto no se sabe nada. Nuestro país, que vela con escrupulosa atención por las máquinas, por los granos, la seda, el algodón... no tiene oídos, no tiene ojos, no tiene manos, en cambio, cuando se trata de sus tesoros intelectuales. Señores, nuestra desheredación es infame; pero no crean ustedes que éste sea el peor de los males del pensamiento.
No pedimos socorro ni protección, no tendemos la mano. Suplicamos que se iguale el pensamiento a las mercancías; no amenazamos, suplicamos que no se nos despoje.
No pedimos socorro ni protección, no tendemos la mano. Suplicamos que se iguale el pensamiento a las mercancías; no amenazamos, suplicamos que no se nos despoje.
Honoré de Balzac publicó en noviembre de 1834 una carta dirigida a los escritores, el fragmento anterior pertenece a ella. El plagio, las copias, el mercadeo con creaciones de otros sin que les sea reconocido el mérito, ni pagado el trabajo a los artistas significa el final de una cultura libre.
Que existan webs en los que se intercambian archivos, que el tráfico de ideas no se interrumpa y que la información viaje a toda velocidad a la disposición de cualquiera que tenga conexión es una Revolución con mayúscula, como nunca antes se ha conocido. ¿Hay que limitar una tecnología con leyes que penalizan esta gran ola de conocimiento y creación en manos de la gente?
La respuesta es no. Otra cosa es que no hay mercado en el que los bienes sean libres y gratuitos, internet ha de someterse a unas reglas internacionales que garanticen la protección de los derechos de propiedad intelectual de creadores e innovadores, esa es la base para que pueda seguir floreciendo esa nueva clase emergente creativa, en palabras de Richard Florida, que nace con internet y que se está convirtiendo en una cultura muy poderosa.
La leyes que protegen contra la piratería, como el caso de SOPA y PIPA, son el intento a la desesperada de las grandes corporaciones de la industria de distribución de contenidos que ven en internet un territorio ignoto y amenazador, un dominio público para compartir y crear.
Lawrence Lessing, en su libro Cultura Libre, explica que en 1945 se produjo un conflicto que acabó en los tribunales con una sentencia famosa. Venía a cuento de la aviación que empezaba a tener un gran desarrollo. Granjeros de Carolina del norte con tierras cercanas al aeropuerto, veían morir sus pollos al paso de los aviones de combate. Se presentó demanda contra el gobierno por invasión de la propiedad- el cielo sobre sus granjas-y el consiguiente perjuicio económico.
El fallo del juez fue el siguiente: el sentido común se rebela ante esa idea de propiedad de los cielos, por más derecho consuetudinario que sea, las leyes han de ajustarse a las tecnologías de su tiempo.