Shigeo Fukuda, escalera imposible
No sé nada de física, soy una completa ignorante y sin embargo he leído varias veces las Seis piezas fáciles de P.Feynman, puedo decir que creo entender algo, comprender el significado de los principios de la física cuántica, esta afirmación significa que en realidad no he comprendido nada. Lo dice Feynman, un físico, que como tantos otros científicos de su especialidad, era un tipo extravagante, un raro: quien crea entender la física cuántica es que no ha entendido nada. Su biografía da para muchas risas y algunas reflexiones.
En 1959, C.P Snow, un físico y novelista británico tuvo el acierto de plantear el gran error de la cultura occidental, la división entre ciencias y letras -humanidades-. Esa famosa conferencia se transformó en un libro que ha servido para alimentar el tópico de las dos culturas, un argumento recurrente al que no se ha puesto remedio. Las dos culturas y la revolución científica, fue publicado por Alianza y sirvió de combustible para muchas tertulias pero, hasta la fecha, sin efectos prácticos. C.P Snow se lamentaba de que era imposible resolver problemas sociales mientras no se zurciera la ruptura entre las dos grandes ramas del conocimiento. Ser de letras o de ciencias, he ahí la cuestión. Dos bandos irreconciliables, pero como en cualquier ejército, hay disidencias, gentes de letras intentan confraternizar y comprender a los del otro lado y viceversa. Luego, existen individuos que son capaces de aunar las dos culturas de manera tan sobresaliente que causa asombro y admiración. El propio Feynman, por ejemplo, era un solvente conocedor de las culturas mesoaméricanas y tocaba divinamente los bongos ¿se puede pedir más?
¿Cuántos escritores, buenos escritores, son competentes en ciencias? Hay un puñado de ellos que sabe escribir y cuenta historias muy interesantes, y no me refiero sólo a la ciencia ficción. Pongamos que hablo de Primo Levi, un escritor italiano, doctor en química, que nos dejó el El sistema periódico y Si esto es un hombre, obras que profundizan en la experiencia amarga y humillante de los campos de concentración nazis, de la inquietante capacidad del ser humano para destruir y autodestruirse.
En cuanto a la ciencia ficción, muchos y muy buenos científicos han escrito novelas visionarias del mundo que habitamos ahora o en el que, quizás algún día vivirán nuestros descendientes. Julio Verne es el más conspicuo, pero échale un galgo a la tribu de eminentes cultivadores del género cf, desde Camille Flammarion, Stanislav Lem o Arthur.c Clark. Uno de los escritores que me parecen más interesantes es Gregory Benford, un físico nacido en 1941, investigador de astrofísica de altas energías, autor de la novela Cronopaisaje, una apasionante trama que presenta un planeta a punto de la extinción (océanos atiborrado de diatomeas, nada del otro jueves, por otro lado) que aplica principios de la física cuántica para viajar al pasado - 1962- y evitar la hecatombe. Un viaje en el tiempo de un laboratorio a otro.
Atrás quedaron los novelones de tormentosas pasiones y enfrentamientos de clase, representativos de las sociedades occidentales en el siglo XIX; en el XXI necesitamos que la literatura nos explique cómo la ciencia puede mejorar la vida, porque el arte es la última esperanza de la humanidad: mucha ciencia y buena literatura para que los de letras y ciencias soñemos en construir una realidad mejor que la actual.