Hace una semana leí un artículo sobre el matrimonio Fouts y su investigación sobre las capacidades de los simios, al menos de los que ellos trataron durante años, en concreto sobre la habilidad que desarrollaron en el lenguaje de los signos. Según la publicación, Washoe, la chimpancé, aprendió el lenguaje de los sordomudos y más tarde lo transmitió a sus crías. Un grupo de simios, madre e hijos se comunicaban entre sí y con su cuidadores mediante un lenguaje humano con el que eran capaces no sólo de solicitar comida sino de expresar emociones, mentir e incluso, según afirmaban, uno de los chimpancés compuso una poesía que compartió con mucha alegría con los cuidadores. ¿Qué sentimientos expresaba el simio en su poesía? No había detalles.
En el caso de que sea tal como explican y no exista de por medio una exageración periodística, si los chimpancés - los el estudio- han adquirido la capacidad de comunicarse mediante un lenguaje tan sofisticado, eso significa que lo que creíamos una particularidad humana que nos define como una especie más evolucionada que el resto de seres vivos, no es exactamente cómo creíamos o nos han hecho creer. La noticia merecía estar en primera página porque supone un nuevo conocimiento sobre la capacidad de un animal no humano para expresar sus emociones, crear - compuso una poesía- manipular la realidad -mintió a su madre Washoe- y como cualquier humano, usar el lenguaje para manifestar sus pensamientos. Piensan, sienten, desean, crean. No piensan por eso no hablan, quizás se debería decir que no tiene las herramientas fisiológicas para hablar como nosotros. Me produce escalofrío la indiferencia con la que la humanidad trata a quienes no considera sus iguales. ¿Podemos pedir un comportamiento social que tenga en cuenta el sufrimiento de los animales? Si somos capaces de dejar morir de hambre a millones de personas, es una quimera exigir más consideración por los animales, con lenguaje o sin él.
Quizás algún día será posible que la humanidad sea una especie terrestre, de la que pueda decirse que se diferencia o se parece a otras- según se mire-, por su esfuerzo en evitar o disminuir el dolor de todos los seres vivos con los que se relaciona.
Ilustración de la colección Papillons, Agence eureka.