La liseuse, Jean-Jacques Henner 1829-1905 |
Ya te dije en
alguna ocasión que hay amores que matan y otros amores que ni fu ni fa. Estos últimos
proporcionan cariño en la superficie, como el que se tiene a un periquito, sin
esperar de él más que una ligera comprensión y compañía, amor que es el alpiste
que sostiene la convivencia. Estamos de acuerdo, es mucho más saludable un amor
de los segundos que el sinvivir de los primeros. ¿Te aburres? Me pides que vaya
al grano, pues bien, aunque sea sólo sea de oídas, te sonará
el astrónomo Camille Flammarion, fundador de la Societé astronomique de France y
responsable de dar el nombre de Amaltea
a una de las lunas de Júpiter. ¡Ajá,
ya salió! Sí, confieso que de ahí viene mi querencia por el personaje.
Claro que mi
simpatía por Flammarion ni de lejos se acerca a la pasión que sintió la
condesa de San Agnés por el astrónomo,
quien también fue muy curioso, un diletante
en raros conocimientos. La condesa murió joven y hermosa, una circunstancia
que Flammarion supo una día después del óbito.¿Qué? que diga muerte como
todo el mundo, bien, pues murió la noble pero antes de la última exhalación le
pidió a su médico de cabecera un favor.
Mientras se
celebraba el funeral de la condesa, el médico se dirigió al domicilio del
astrónomo a quien no conocía, para entregarle un paquete. Flammarion notó un olor
extraño, rompió el envoltorio y de la caja de fieltro cayó una larga tira de
piel blanquísima: pertenecía a la espalda de la joven muerta. El sabio quedó
horrorizado, como es natural, pero al conocer las circunstancias y naturaleza
de ese regalo póstumo, lo aceptó y no sólo eso, sino que mandó encuadernar, por
deseo de la condesa, un ejemplar del libro Las Tierras del cielo, del que era autor, con
la piel de quien tanto y con tan férrea obstinación le había amado desde niña,
sin que jamás hubieran cruzado entre ellos una palabra.
El libro acompañó
a Camille
Flammarion el resto de su vida, cuentan que lo tuvo siempre sobre su
mesa de trabajo, nunca se separaba de él; cuando murió, el ejemplar
desapareció. Las malas lenguas atribuyen a la celosa esposa del astrónomo la
destrucción del regalo de amor eterno. O quizás existe y está a la espera de
pasar a manos merecedoras de tal herencia.