Interior librería Canuda. Foto del blog Maranna.wordpress.com |
La última vez que me acerqué a huronear por la librería Canuda,
ahora cerrada y tapiada, a la espera de
ser transformada en una tienda de ropa, encontré el libro del que no leí
el prólogo hasta que lo acabé.
No había leído a Giovanni
Papini, ni busqué la ocasión. Intento que los prejuicios no me cieguen, pero he de reconocer que con Papini sí influyó
la consideración de que era un escritor que estaba fuera de mis
intereses lectores; me empeciné en creer que no conectaría con él, que era casi seguro un
rancio, cuyo mérito fue estar de moda hace
años. Y así pasaron los años, como canta Luis Eduardo Aute.
Giovanni Papini murió el 8 de julio de 1956, ciego y paralítico, después de la muerte de su hija Gioconda. Nacido
en 1881, asistió poco a la escuela, debido a la modesta economía familiar, pero
su capacidad y resolución pudieron con todas las limitaciones. A los veintidós
años fundó la revista Leonardo, donde escribió artículos en los que dio a conocer personajes de su época, en especial a filósofos de quienes apenas un puñado de gente había oído hablar en esa fecha,
como es el caso de Kierkegaard.
Gog El libro negro, es por ahora lo único que he leído de él. Una edición de 1962,
con el nombre de la propietaria en la primera página, escrito con caligrafía inglesa
y una fecha: Casilda Roig, 3 de
noviembre de 1963, algunas frases subrayadas con lápiz verde ya muy desvaído, y párrafos con signos de admiración en los que remarcó palabras como metásofo. Cualquiera con un lápiz en la mano habría hecho lo mismo. Compré el libro sin pensarlo dos veces, y lo hice por Casilda.
Quise leerlo enseguida, estaba ya a punto de empezar por el prólogo cuando decidí aventurarme en la
lectura, siguiendo solo la pista de las anotaciones de esa mujer, de nombre tan bonito y poco corriente. No quería que el prólogo me marcara
el paso, que la opinión de un tercero me influyera; quería llegar a Papini con la inocencia de una párvula que empieza a distinguir las letras.
He descubierto un escritor inmenso, poderoso y con el arrojo de los quince años intacto. Tan apasionante fue la lectura que, en aquellas noches de hace unos meses, me convertí en recalcitrante nocharniega, desvelada por culpa del libro de 511
páginas. Denso y mágico.Nutritivo.
El escritor presenta
en la primera página a Gog, de quien dice es el verdadero autor, que le regaló su diario y que él solo ha ordenado las hojas sueltas y desperdigadas para que pudiera ser publicado:
Me avergüenza decir dónde conocí a Gog: en un manicomio
particular. Fui allí con objeto de hacer
compañía a un joven poeta dálmata a quien la pasión desesperada por una sombra –
la amada era una reina de la pantalla y únicamente
en la pantalla le había sonreído- condenaba al delirio.
William Blake. Satanás exultante sobre Eva, 1795 |
Las últimas tres páginas están dedicadas al poeta, místico y pintor británico William Blake, un broche perfecto para cerrar un libro asombroso, en el que la mejor entrevista a Einstein no ensombrece el lamento de un canibal arrepentido y melancólico
Las notas personales sobre la vida del escritor, las he sacado del magnífico y bien documentado prólogo. Antes de
que cierren todas las librerías de lance que quedan en Barcelona, tengo
intención de embarcarme en una razzia en busca de Papini, de su prologuista Enrique Palau y del traductor Mario Verdaguer. Merece la pena esta empresa, antes de
que los libros de viejo sean sustituidos por ropa
made en Indochina.
¡Ah, si doña Casilda está viva y quiere recuperar su libro, no tiene más que pedirmelo!