domingo, 17 de junio de 2012

Un día cualquiera


André-Adolph Desdéri. Michaux sur son vélocipède, 1867. San Francisco FMOMA.




Teatro muy breve.   

Un día cualquiera.     



Drama  un poco  espantoso en dos  actos.  

Acto I
Escena I

Un  sótano, perdón,  un loft,   con ventana y  vistas  a la acera de una calle de doble dirección, estrecha  y con edificios viejos y sucios. Dos mujeres se pintan las uñas de los pies con esmalte de color azul noche.  Se nota que no han estudiado pedicura porque les tiembla tanto el pulso que se manchan los padrastros y los callos. Se oyen los frenos de un autobús, claro, como que tiene la parada  allí  mismo.   

Adelaida.-  ¡No sé qué será de nosotras!  Huérfanas  y sin otro patrimonio que nuestra mente, y este agujero  sin paredes y con el baño atascado. ¡Qué asco de herencia!  ¿En qué estarían pensando nuestros padres cuando echaron sus ahorros en esta guarida que ni los topos la querrían?  

Angelita .- ¡No te quejes!   Hoy cumplimos cincuenta años, fíjate, y seguimos vivas. Y no me digas que no es raro,  siendo como somos  gemelas  univitelinas, opositoras al cuerpo de abogados del estado, a mucha honra

Adelaida.- Sí, como para bailar la danza de los siete velos. ¡Loca!  No te das cuenta de  que hace treinta años que no pasamos del primer ejercicio de la oposición y de que no vemos más horizonte que la marquesina del bus y las losetas de la acera, que por cierto las reponen  todos los años bisiestos. ¿Por qué será?  Nuestro dinero se ha esfumado y tú sólo piensas en paparruchas.

Angelita.- ¿Y que propones?   

Adelaida.- Si no puedes unirte a tu enemigo, lucha contra él.

Angelita.- ¿No es al revés? Y si puede saberse  ¿quién es nuestro enemigo?

Adelaida.- Pues quién va a ser: el Estado, que nos rechaza una y otra vez, sin piedad.    

Soplan las dos  a la vez con el fin de secar el esmalte que ha quedado a pegotes,  mientras mueven los dedos de los pies  con mucha gracia.

Acto II
Escena I  y última.   
Una comisaría en el subterráneo de plaza de Cataluña, las hermanas  gemelas  están eufóricas, es su primer delito –frustrado-pero ya imaginan empresas de mayor envergadura. El  policía  las mira con perplejidad, cosa natural, pues son idénticas y hablan por los descosidos sin apenas hacerse entender.

Policía.- Pasito a pasito, a ver,  leo lo que han declarado hasta ahora y si están de acuerdo, continúo. 

Las hermanas.- ¡Pero qué pesado! Que ya lo hemos dicho todo, que nosotras  sólo hemos entrado en el Banco X…  con el propósito de hacer valer nuestros derechos.

 Policía.-Señoras, han amenazado al director de la entidad con hacerle algo muy  feo,  si no les entregaba los balances  contables de los últimos tres años y el metálico de la caja fuerte.

Angelita.- ¿Y?  Nos colaron las preferentes y ahora estamos sin un triste euro, así que  o ellos o nosotras. Los papeles  que reclamamos son  la prueba de la actividad delictiva con la que han perpetrado nuestra ruina.

Policía.- (Sin Inmutarse)   Contesten: ¿pretendían sustraer documentación y dinero de la entidad bancaria?

Adelaida.- Nos negamos a declarar y no nos replique, agente,  que sabemos más de leyes que el tribunal de La Haya. Y además,  al final sólo hemos podido sacarle cuarenta y siete euros al cajero. Y es para un buen propósito, es nuestro cumpleaños y teniendo en cuenta que el banco nos  ha birlado con engaño y muy malas artes los tres mil euros que eran nuestro único capital, pues, qué quiere que le diga…esos eurillos eran parte del resarcimiento y nos los íbamos a gastar en un menú  degustación en el mejor restaurante del nuestro barrio.

Angelita.- ¿Le parece raro nuestro  proceder?

Policía.-  A mi no me parece nada.

Adelaida.-Pues entonces, adiós.

Se levantan y salen sin que el policía reaccione debido a la sorpresa y también gracias a la rapidez con la  que han actuado Adelaida y Angelita. ¡Qué burro soy, no  he salvado en el ordenador  el documento de la declaración! Se maldice el agente de policía,  un buen hombre que sólo aspira a sus catorce pagas anuales. En ese instante, un apagón general deja a la ciudad, al país,  al planeta,  sin energía eléctrica. Las hermanas salen al exterior a  tientas. La luna llena da un brillo de agua a los edificios. No se oye más que el grito de las cotorras que anidan en los plátanos de indias. El mundo  se ha paralizado por unos cuantos años. Por lo visto es culpa de  la tormenta solar porque no  funcionan  ni el pitorro de las fuentes públicas.      
Angelita.-  ¿Lo ves? Treinta años memorizando el  código penal  ha dado sus frutos.

Adelaida.- Somos más rápidas que un juicio de faltas,  hemos dejado planchado  a ese lechuguino  con uniforme.  ¡Feliz cumpleaños!

                                                   Fin

Durante varias semanas estaré  alejada del blog, aunque intentaré visitar de vez en cuando  a los amigos.  Muchas gracias  y buen verano.                 

sábado, 9 de junio de 2012

Ojos que oyen





Detalle de Santa Lucía de Francesco de Cossa, 1473.




Hace unos días leí las primeras páginas de la obra de Steve Moore,  La novela, una historia alternativa.  En pdf,  gracias a José Luis Amores que  las ha traducido y  ha obtenido el permiso del autor para colgarlo en internet.    
No  había leído nada de ellos,  ni tenía noticias de la existencia  de un libro que es un compendio  de conocimiento libresco,  mundano y  sesudo, aunque esto último  suena bastante mal.  Steve Moore pone al servicio  de los lectores su erudición literaria, un juicio preciso sobre lo que en su opinión es la novela,  la narración y desmonta, sin pedantería ni prejuicios canónicos,  tópicos que circulan como dogmas de fe por los suplementos literarios sean de postín  o de medio pelo.
Historia de la novela desde el siglo IV a. C, sin ahorrar   alegres consideraciones sobre autores  que arrasan (legibles) y otros que crean arte cuando escriben, estos últimos pertenecen a  la categoría  innovadora,  inconformistas que les trae al pairo  gustar al lector medio y a los  gurús de las editoriales.

Todas las tramas que podamos imaginar ya han sido escritas antes,  en realidad, media docena  de argumentos con algunas variantes y para de contar.  Para escribir una novela con sustancia, cualquier historia vale, la diferencia entre  un churro  de amplio espectro lector  o una estimulante narración es que esta última emociona, enseña  y  desvela algo que desconocíamos hasta ese momento.  


Hace unos años me prendé de una historia que quise convertir en novela.  El 15 de agosto de 1977, a las 23:16 horas, el radiotelescopio  Big ear,  con la ayuda de un procesador IBM  transformó en código alfanumérico,  una señal recibida desde el espacio, en la frecuencia  1.4GHz, la duración de la señal  fue de 72 segundos,  el tiempo que el  telescopio tardaba  en observar un punto preciso del espacio. 
El astrónomo Jerry Ehman, anotó  la exclamación WOW!  en el margen  del papel junto al código  6EQUJ5, una señal procedente de la constelación de Sagitario,   30 veces más potente de lo esperado y en una frecuencia prohibida.  Se descartó por imposible que procediera de satélites artificiales, emisiones terrestres,  y cualquier otro origen  humano. 
El esquivo Wow,  es un libro que acaba de publicar el astrónomo Robert Gray  sobre la historia de la señal enigmática, de la que se sigue sin saber nada.  Podría ser una buena  novela, aunque esa no sea la intención del autor. Tiene misterio, conflictos institucionales,  lucha de egos,  recortes presupuestarios, estúpidas  decisiones políticas y hasta una pizca de amor –por la astrofísica-.             

jueves, 17 de mayo de 2012

La felicidad del perro


Diógenes. Jean Léon Gerome, 1860.

El miedo embrutece y  la impopularidad es un bien  deseable, intuimos cierto lo primero; que ganar la mala fama sea una virtud trabajada con esfuerzo nos parece una extravagancia  social.  Seguimos.  No partirse el pecho  por recibir aplauso y admiración no es una provocación ni la  pose odiosa con la que se manifiesta la falsa modestia. Los bienes, la riqueza y el elogio público son indiferentes, en todo caso significan  un estorbo  para conquistar lo único importante en esta vida: la felicidad.

En Grecia la pobreza es de tal calibre que los campesinos guardan bajo la lengua una moneda, durante el día juegan con ella entre los dientes, si es que conservan alguno, sin atreverse a sacarla de la boca, no fuera que alguien quisiera robarla. La democracia ha sido  sometida al capricho de los caudillos militares.  Nadie se atreve a contrariar al  monarca de turno. Ni siquiera el teatro y las comedias están autorizadas. Un asco. 


Un desharrapado se atreve a pasear por la ciudad,  se ríe de todo y eso que es un apátrida que no tiene ni para llevarse una moneda a la boca. Es un tipo que defiende la austeridad extrema, tanto que es capaz de romper su taza cuando  observa que otro bebe agua en el cuenco de la mano. Crisis política y económica y el  desgraciado se carcajea de todo. Un loco. Se atreve a decir que la educación, entendida como justicia y  decencia,  es el mejor ornamento del ser humano,  mucho mejor que la riqueza  porque distingue  a los que la tienen de los que viven como  sonámbulos. Y como le importa un rábano  la posteridad, aconseja  escribir los conocimientos no en pergamino sino en el alma.  Le llaman perro con intención de ofenderle; le acusan de comportarse con la misma impudicia del animal, indigno porque no esconde su naturaleza. 



Réplica del dracma. Photograph: Yorgos Karahalis/Reuters  
 

Un cínico, es Diógenes, aquel que en  400-323 a. C  se enorgulleció de ser comparado con un perro. Su virtud era la libertad personal, decía que el único gobierno justo es el del Universo. Es tan atrevido y deslenguado que no pide papeles de ciudadanía, le han desterrado ¿Y qué?  sabe que la verdadera libertad  está en el universalismo, fuera de los prejuicios nacionales. Todos los seres humanos  son hermanos, hijos de un mismo Dios. Detrás de él vinieron muchos otros cínicos,  una escuela de artistas que contempla la humanidad como ese animal, llamémosle perro, merecedor de respeto y  también de risas y chanzas, no hay más que ver la historia económica de los últimos dos mil quinientos años.       
                            


 

martes, 24 de abril de 2012

El reloj de cuco subsidiado.


Alfabeto fenicio  1000  a. C


Ayer hablaba con una  amiga de nuestras novelas preferidas, de los autores que nos gustan, para hablar con propiedad, que me gustan. Según ella, lo mejor que ha leído  es una enciclopedia de bolsillo que se editó a principios de los años ochenta. No se acordaba del nombre, el contenido era imprescindible para la vida moderna, porque trataba de las técnicas culinarias más raras, de  alimentos entonces extravagantes para nosotros y que ahora son de toda la vida, como el aguacate y la chirimoya;   también era un compendio de frases célebres  de artistas famosos y   opiniones de las amas de casa estadounidenses sobre la vida cotidiana,  verbigracia, la información meteorológica en la tele. 

Quien lea esto ha de saber que mi amiga es una especialista muy competente en lo que se denomina industria cultural. No hubo manera de recordar el  título de los tres volúmenes de la dichosa enciclopedia a lo  Reader Digest, tan entretenida y educativa.  O sea, que ni Flaubert, Tolstoi  ni  Cervantes, mucho menos  Laurence Sterne, si nos ponemos  exquisitas. Ayer  quedamos en  una terraza al aire libre, lejos del fragor del día del libro con sus ejércitos de escritores y escribidores vendiendo el producto en la plaza. Sonaba  una canción de despecho cantada por Chavela VargasOjalá que te vaya bonito, ojalá que se acaben tus penas, que conozcas personas más buenas, que te den lo que no pude darte aunque yo te haya dado  todo. Te adoré, te perdí, ya ni modo.   Ojalá que mi amor no te duela y te olvides de mí para siempre.

Así no había manera de estar  contenta en un día tan señalado como el de ayer, y para rematar, mi amiga, que tiene dos hijos, me explicó que ninguno de ellos lee novelas, ni nada que huela a literatura y que esa buena educación, ella y su marido la inculcaron con toda la intención.   
Tuve que decirle que se estaba perdiendo  una vida y media, y sus hijos también,  porque hay novelas que dejan la muesca de la realidad o la fantasía con más intensidad y hondura que la vivida por propia experiencia. 



Estos días buscaba en casa un libro de un autor que admiro: Albert Cohen.  Hace años leí  Bella del Señorluego  vinieron Solal , Comeclavos y otras.  Quería volver a leer  Bella del Señor, y como no di con él  en las estanterías repartidas por la casa, me bajé el ebook.  El escritor, que fue  probo funcionario de la Naciones Unidas, de origen judío sefardí,  vivió la mayor parte de su vida en Ginebra. Bella del Señor cuenta la historia de una patricia ginebrina y su relación amorosa, completamente loca,  con un tipo la mar de ingenioso. Irónica y culta, la novela se toma a pitorreo el estricto rango jerárquico funcionarial y las pequeñas y grandes  manías de los aspirantes a clase administrativa A.  Una casta orgullosa y soberbia que la pifia un día sí  y otro también. 

Por mucho que haya prosperado el tópico de que los suizos son  un pueblo aburrido, que lo más importante que han inventado en los últimos cuatrocientos años es el reloj de cuco ( diálogo de Orson Wellls y Joseph Cotten en El Tercer Hombre,  bajo la noria del Prater)  la pura verdad es que derrochan imaginación. Si no, de qué iban a sacar una propuesta en el Boletín federal,  para que los ciudadanos suizos perciban una prestación de 2000 euros mensuales. Y por su cara bonita, un subsidio base incondicional.   
Como una no es de piedra, la mala influencia de mi amiga y la ocurrencia suiza me llevaron hasta una charcutería cercana para comprar un cuarto de Appenzeller para matar las penas. Al estilo Chavela Vargas.

  


                 

martes, 10 de abril de 2012

El tiempo encadenado




Hacía mucho tiempo que no leía a Borges, desde que en julio de 1986 visité su tumba en un cementerio de Ginebra. Un jardín en la ciudad donde el escritor está o estaba,  enterrado en la  tierra. Creo que hace poco fue exhumado para trasladar sus restos a Argentina

Era una tarde muy calurosa y, a pesar de que hacía poco más de un mes de la muerte  del escritor, no  había   flores sobre la tumba. Recogí  una piedrecilla, minúscula y la deposité sobre  el ancho de la lápida vertical.  Que no hubiera flores en la tumba ni  visitas, salvo  la nuestra,  añadía misterio y un encanto mayor al precioso cementario de Plainpalaise. 

Hace pocos días recalé en un ensayo del  físico Alberto Rojo  que menciona un cuento de J.LBorges: El jardín de senderos que se bifurcan. El cuento empieza con una cita del  escritor y militar británico,  Liddell Hart  referida  a la primera guerra Mundial y acaba dando cuenta del ataque a una ciudad y la muerte de un hombre.  Lo que interesa del  cuento de Borges, escrito en 1941 y de  apenas diez páginas, es que la trama es  la resolución de un problema de física cuántica que fue el núcleo de la tesis doctoral del físico Hugh Everett, publicada en 1957.  


Laberinto de la catedral de Chartres


El jardín de T'sui Pên, el de los senderos que se bifurcan, el laberinto infinito del tiempo en el que cada elección abre el camino a un porvenir, pero T'Sui Pên era más refinado, de manera  que  no se conformó con la sencilla disyuntiva de esto o lo otro, es decir, que una opción crea un  determinado futuro lo que implica la  eliminación de otros futuros posibles.  

En la creación del jardín laberinto, con senderos infinitos que se bifurcan, todas las opciones son simultáneas, de manera que existen infinitos porvenires donde el tiempo converge y al mismo tiempo prolifera y se bifurcan. 

Laberinto  abstracto de Escher


En una entrevista al escritor, le preguntaron  cómo  llegó hasta la descripción  del concepto de  tiempo  en términos de física cuántica y la teoría del caos, Borges se encogió de hombros, no sabía de ciencias, su imaginación  le llevó  hasta la convicción de que el  tiempo no es lineal.


En el tiempo real, en la historia, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas opta por una y pierde las otras; no así en el ambiguo tiempo del arte, que se parece al de la esperanza y el olvido.

(Jorge Luis Borges)

       

sábado, 17 de marzo de 2012

Futuro con dos rusos.


Sciencie and invention magazine, 1925. Smithsonian.com. Paleofuture.

¿Cuál es la probabilidad de que en menos de cinco minutos dos rusos con el mismo  apellido se crucen en mi vida?  Una o ninguna.

Hoy  quería dedicar la entrada a los escritores de ciencia ficción (cf), los que inventan tramas en escenarios futuros, otros universos, también de los  que  echan mano  de la ucronía: de la reconstrucción de los hechos históricos conocidos pero que siguen un camino  distinto en virtud de un acontecimiento  que no ocurrió. Por ejemplo, la Segunda Guerra Mundial, ha dado lugar a  novelas, no sé si también alguna película, que plantea cómo habría sido el mundo actual su  hubiera ganado Hitler.  O  si los griegos  hubieran ganado la batalla del Peloponeso contra Esparta.  Las ucronías  recurren a momentos cruciales, casi siempre bélicos en los que la humanidad, o al menos una parte de ella, se juega el futuro a cara o cruz.  

En mi caso, los relatos ucrónicos me interesan bastante menos que la literatura  de cf clásica, en la que se mezcla imaginación, conocimientos técnicos y  científicos en un  futuro lejano. O cercano pero transformado por un colapso  morrocotudo. 

Arthur C. Clark, Isaac Asimov, Stanislaw Lem, Carl Sagan,  los más conspicuos,  pertenecen a la categoría de científicos que escriben; Ursula L. Guin, William Ford Gibson, Phillip K.Dick, son escritores sin una particular formación científica. Hay muchos más, de una y otra especie, todos han creado mundos, han imaginado artilugios, han visto una humanidad en un contexto extraño al que conocemos, y algunos han acertado hasta tales extremos que se han convertido en visionarios. 


René Magritte. La Victoire.

Cronopaisaje, de Gregory Benford. Es un relato ingenioso que combinan el viaje en el tiempo, la reflexión moral sobre la humanidad y su acción  sobre la Naturaleza, en un sentido amplio que engloba las leyes físicas que gobiernan este Universo.  No sé si, caso de ser factible, se logrará  enviar un mensaje al pasado para evitar una catástrofe futura, que de eso trata este novelón de  ambiciones,  amor, codicia y desintegración de ilusiones, matemáticas y muchas diatomeas. 

He de confesar que mi  predilección son los relatos cortos de cf, porque aislan un motivo, un hecho que es el que le da sentido a la narración, para mostrarnos cómo  afecta  y qué consecuencias tiene para la humanidad, en todo caso es el punto de partida para que imaginemos otra manera de ver la realidad. 

Hace unos días leí la noticia de que, en Japón, están trabajando sobre un proyecto que consiste en usar el electromagnetismo para construir una especie de ascensor espacial que lanzará naves y satélites en la órbita terrestre. Esa idea es el núcleo de  un cuento de Arthur C.Clark  escrito en los años setenta.  

Vicktor Sholovski
Iosif Sholovski
Es precisamente este tipo de proyecciones futuras lo que me parece más sugerente de la cf; y no es un suceso raro, ni mucho menos. Quienes leemos este tipo de literatura, constatamos que una parte muy importante de la realidad tecnológica - y según se mire, social- la imaginó alguien hace muchos o pocos años y, casi siempre, con una precisión asombrosa. No me refiero a videntes o profetas, simplemente son escritores.

En cuanto a los dos rusos, he de explicar que  quería empezar esta entrada con un cita de un escritor ruso: Vicktor Sholovski, quien afirmó que el arte es una victoria sobre los mortíferos efectos de la rutina, representa lo cotidiano  de un modo insólito, de manera que con el arte recobramos la sensación de vida.  

Y ya había tecleado las primeras palabras de la entrada, cuando  he ido a hojear un ensayo de Carl Sagan en el que recordaba  una referencia a la literatura fantástica (que no he encontrado) cuando al abrirlo al azar, página 203 de La conexión cósmica, publicado  por Plaza y Janés en 1981, mis ojos leen que el astrofísico ruso  I.S Sholovski y Carl Sagan habían escrito un ensayo en 1966 sobre la posibilidad de vida extraterrestre y etcétera.  Una coincidencia de este calibre no me ocurría desde hacía meses, así que me he dicho,  los Sholovski quieren algo de mí,  quizás desean ser recordados juntos. No sabemos si eran parientes, amigos o ignoraban la existencia el  uno del otro, pero ¿qué importa las relaciones que tuvieran en el pasado si hoy ya es futuro?  
                  
               


viernes, 2 de marzo de 2012

Historia de una cobardía


Nagesh Goud



¿Quién entre nosotros no siente, de tiempo en tiempo,  que en algún lugar de futuro se encuentra un rincón mágico, o quizá terrible, en el cual encontraremos la Vida  en una actitud llena de promesas?  

En el prólogo al  relato de Henry James, La bestia en la Jungla,  la reflexión  anterior tiene mucho sentido porque plantea un conflicto universal, encarnado en el protagonista, John Marcher.  Somos el fruto de nuestro compromiso con el mundo  y, muy en particular, por los lazos que nos unen a otras personas. El vínculo que nos da la oportunidad de vivir es el Amor, sin que medie el interés, la utilidad, beneficio personal o cualquier otra satisfaccion material.  ¿Un ideal amoroso?  Nada de eso, Henry James trata en su relato el asunto  fundamental:  la cobardía del ser humano que marchita sus esperanzas y su proyección como individuo libre en favor de un egoísmo que le incapacita para vivir con plenitud.

En La bestia en la jungla,  Marcher renuncia al Amor porque es incapaz de salir de si  mismo  para integrarse en el proyecto personal de otra persona.  La cobardía  y el egoísmo  le convierten en un no ser. Una muerte psíquica que espera la oportunidad para reunirse con la biológica.  Quien huye del compromiso y sus peligros, da portazo a la esencia de su condicion humana,  pierde la identidad que nos define como especie, de manera que quien elige no ser nada para nadie, se transforma en un zombi que camina  torpe y receloso porque está privado, por propia voluntad,  de discernir y valorar la existencia, atemorizado  ante la perspectiva de ser descubierto en su verdadera dimensión de individuo vencido por propia mano. 

Mata la vida que no hemos vivido más que la vida vivida. Lo saben los letristas de boleros quizás mejor que los filósofos  y  lo saben algunos al llegar al último tramo de la vida.
 ¿Qué haría usted si tuviera la seguridad de volver a vivir? La mayoría destaca que se comportaría con más valentía que habría elegido un camino con más riesgos, no materiales, sino personales. 

La conquista de experiencias vitales que iluminan   la existencia humana es un  motivo suficiente para apartar de nosotros  el miedo a vivir. Y luego, si nos queda tiempo, podemos  leer a Henry  James  en su mejor relato, escrito con tanta elegancia y sabiduría  que sabemos, ya desde las primeras páginas en qué lugar de la vida queremos estar.          

  

 

lunes, 20 de febrero de 2012

¿Escribir? pero si es muy fácil



Sol in cor de leonis, detalle del retrato de de Johannes Kleberger, 1525. Albert Durero


Hace unos días asistí  a una comida en la que uno de los invitados trataba de demostrar que  existía un conocimiento secreto en manos de unos pocos.  Apenas una docena de personas  están al tanto del  secreto, saben cómo controlar la sociedad, qué guerras se preparan  y  cómo  y dónde  tendrán lugar  las revueltas sociales

Si sólo unos pocos conocen esa información vetada al resto de siete mil millones de habitantes, era evidente que él era uno de los elegidos, le dije.   Sonrió con satisfacción. En realidad, me contestó, no soy  uno de ellos, la  información la he obtenido por medios que no estoy autorizado a revelar. 

Y siguió  comiendo su lubina a la espalda, sin perder la expresión beatífica de quien pudiendo  destruir el mundo en un segundo, prefiere seguir el vuelo de una  mosca.

La existencia de un poder oculto en posesión de documentos prohibidos y de un saber que conduce al abismo o al paraíso, es una fuente de inspiración inagotable para algunos escritores.  Las verdades secretas  vinculadas a la religión y la magia, a un poder sagrado del que brota el conocimiento  atemporal y perenne,  son interesantes motivos para escribir novelones de seiscientas páginas. 

Mujer con unicornio. Raffaelo Sanzio, 1505.
 
La saga de novelas basadas en el misterio, en las que se mezclan las más rocambolescas -e hilarantes- tramas ha dado pie a un blog desternillante, en el que pulsando F5, se activa un archivo del que emergerá el esqueleto de un guión, a disposición de quien tenga el capricho de  convertirse en escritor de best-seller que traten de  magia y arte pictórico, templarios y Banco Mundial, tesoros y cibernética, papiros y  extraterreste y etcétera. Crea tu propia novela

El creador del blog, un benefactor de la humanidad, regala argumentos sin pedir nada a cambio.   Con este inteligente juego demuestra cómo los saberes ocultos que ansía conocer  la humanidad son irresistibles y venden muy bien. Claro que eso ya lo sabía Chaucer, cuando escribió: prohibidnos algo y lo desearemos.

Un elemento  sobresaliente del blog es que, sin pretenderlo,  señala una obviedad: que la literatura del siglo XXI, está en un proceso de destrucción, cambio y acomodación a la sobrehumana cantidad de información que recibimos, que no de conocimiento (Nasbitt) y que las generaciones de nuevos lectores manejan  formatos que imponen otra manera de leer.  

Mientras tanto, el  guardián de  todos los secretos, estaba ya en los postres, rechupándose la cucharilla con  la que rebañaba el resto de flan, cuando suspiró con nostalgia y entornó los ojos. Puedo describir sus gestos con toda precisión porque no le quitaba el ojo de encima, con disimulo y en barridos sucesivos, como  quien no quiere la cosa.  Insistí en que me diera alguna prueba de su saber prohibido.
Reconocerás a los que están en posesión del secreto por un símbolo, el cuadrado  con eje de abscisas, que lo divide  en cuatro cuadrantes, tal es su poder que define todo lo que hay que saber en este mundo.
 Entonces, su mujer, que estaba en la otra punta de la mesa, le gritó: ¡Manolo, haz el favor de darte prisa que dentro de media hora tienes la  presentación de tu libro!  

            

 

lunes, 6 de febrero de 2012

La negritud

Imagen del blog, Shakespeare politics and Italy.



Una de las actividades más entretenidas es la que consiste en seguir la pista de  las novelas escritas por autores muertos en la flor de su éxito comercial. Como por arte de magia, en cuanto  el escritor pasa a la categoría de difunto, sus deudos y editores descubren que tenía escrita una o varias novelas, diarios, reflexiones y etcétera, a punto para ser publicarse cuanto antes.  Por ejemplo, el autor de best sellers Robert Ludlum: su producción novelística es superior ahora que ha pasado a mejor vida, que antes, cuando era mortal.

Otra diversión inocente es la de adivinar qué escritores célebres tienen negros. Quienes se dedican a escribir a destajo en el nombre de otros,  son personas  que se caracteriza por su humildad y por dominar el arte de las evasivas. Es necesario que posean astucia e imaginación -ésta última, imprescindible- para eliminar la sospecha cuando familia y  conocidos se interesan por su fuente de ingresos.         




Uno de los escritores millonarios y de más éxito editorial es el famoso Tom Clancy,  reconocida marca comercial que recauda cantidades astronómicas por sus novelas y  las adaptaciones cinematográficas de las mismas.  Reconoce la editorial y él propio  Clancy, que dispone de un equipo de colaboradores para montar la historia, recopilar datos, escribir capítulos y ensamblar la trama. De la supervisión del trabajo   se encarga el escritor y  la editorial. Todo funciona como una perfecta cadena de producción.
 
El universo de los negros no se reduce a la literatura, también en las artes plásticas y  en la investigación científica se produce el mismo fenómeno, que se concreta en la voluntad de seguir haciendo caja cuando la inspiración, la enfermedad, la muerte o la pereza, ha dejado fuera de juego al famoso. No es nada nuevo.  Ser  negro mediante contrato laboral  no causa más molestias que cualquier otro trabajo asalariado,  pero  si  la relación laboral es para crear, inventar, descubrir  y tu obra acaba con el nombre de otros, entonces al explotado con tan malas artes le sale un sarpullido rebelde e incurable.

Un  caso celebre de usurpación de la creatividad y el esfuerzo es el que sufrió el  científico Nikola Tesla.   Acaba de publicarse una biografía escrita por Jean Echenoz, no la he leído pero sin duda recogerá la desgraciada relación de Nikola Tesla con sus empleadores. 
 
Desde Edison a Westinghouse y Marconi, todos ellos, se aprovecharon de la genialidad de este científico a quien no sólo le arrebataron la autoría y las ganancias de sus inventos, sino que sufrió todo tipo de difamaciones y falsedades sobre su persona y actividades.


Hace seis años leí un artículo sobre este genial inventor, que por aquel  entonces no conocía.  Busqué todo lo que había publicado sobre él, y hay mucho, incluso existe una Instituto-fundación  Tesla en Nueva York,  ciudad donde vivió desde que abandonó  Serbia,  lugar de su nacimiento.


La vida de Tesla es apasionante, está plagada de sucesos raros, incluso  su  propia muerte tiene todos los ingredientes para barruntar  que sus inventos alcanzan una trascendencia  que supera  los límites de la ciencia clásica. Cuando murió, agentes del FBI entraron en la habitación del hotel donde residía para llevarse todos los papeles. Esta información la encontré en las biografías, relatada por una sobrina que dijo  haber encontrado la habitación limpia. Sin embargo, en la página oficial del FBI niegan, con bastante ironía, por cierto, que existan esos archivos. Todo lo anterior contribuye a que exista una variopinta lista de teorías conspiradoras basadas en las invenciones secretas, ocultas al público por la susodicha y distinguida agencia federal de investigación.   

En 1976 se subastaron tres cajas con papeles de Tesla que fueron adjudicadas por veinticinco dólares. El nuevo propietario se llevó el lote sin saber que pertenecían al científico, o sí lo sabía pero le importaba un rábano, porque el buen hombre las apiló en un rincón y se olvido de ellas.  Unos años más tarde denunció  que tres hombres, vestidos de negro, precisó a la policía,  entraron por la fuerza en su casa  para robarle las cajas. 

Otro misterio sin resolver,  porque  en qué cabeza cabe que alguien puje para llevarse un lote y luego lo olvide sin que le pique la curiosidad por saber qué hay escrito en los centenares de páginas sueltas y varios cuadernos. Los ladrones iban vestidos de negro y se llevaron las cajas, como si fueran de la funeraria.
En fin, alguien miente: el FBI, el adjudicatario o la sobrina. Quizás los tres. Me gustaría saber si los hombres vestidos de negro, trataron con respeto los papeles póstumos de Nikola Tesla.      

      

domingo, 29 de enero de 2012

Tarde de domingo



William Orpe, Self-portrait, 1910. The Metropolitan Museum of art.
 

Hace unas semanas, un suplemento literario publicó un artículo sobre un autor misterioso: Trevanian. Tengo los tres libros que se publicaron  en España, La sanción del Eiger -se hizo una película con Clint Eastwood de protagonista- La sanción del Loo y Shibumi.  Durante un tiempo, un mes más o menos, leí a Trevanian y Dorothy L. Sayers, mientras en el tocadiscos sonaba  Breakfast in America de Supertramp, que entonces me gustaba mucho y ahora no tanto.     

Los dos escritores, tan distintos, tenían como protagonistas a  individuos  cultos y sibaritas, en especial Jonathan Hemlock, profesor de arte, que mata por encargo, vive en una iglesia rodeado de pinturas de grandes artistas  y es el tipo  duro  que se las sabe todas; en cambio, Dorothy L. Sayers, tiene a Lord Peter Wimsey, cuyos recursos intelectuales y astucia  son más que suficientes para descubrir al asesino. No mata ni se le ocurre usar la violencia física, en todo caso, algún empujón y sólo para zafarse de perseguidores y en legítima defensa.  

He vuelto a Trevanian, y  he tenido que dejar el libro al cabo de pocas páginas, por aburrimiento. 


Dorothy L. Sayers sigue magnífica  e indestructible, y su personaje,  Lord Wimsey, tampoco  decepciona.  En la novela,  El misterio de Bellona Club,  el detective que lo es por ayudar a los amigos  y sin ánimo de lucro, está leyendo un ejemplar del siglo XIV, de Justiniano, que le produce un placer muy especial.  Así que tenemos  a un hombre que disfruta leyendo la compilación de Derecho Romano, y eso no es todo, cuando  le interrumpe el mayordomo  para informarle de una visita que le priva de tan agradable lectura, musita: ¡Diantre!

La escritora británica publicó su primer novela en 1923, el Londres de la época,  las costumbres y usos sociales han desaparecido, pero Lord Wimsey nos trae noticias de la sociedad,  la de antes y la de ahora, con toda la carga de hipocresía y mezquindades; también generosidad y una comicidad basada en las incongruencias  del comportamiento humano, que nunca pasa de moda y que la escritora supo  analizar con delicadeza sin despreciar la sorna.

Mi intención hoy era escribir de Machado de Assís y de su novela Memorias Póstumas de Brás Cubas, pero se me ha ocurrido poner a Supertramp en Spotify -en un ataque  de nostalgia dominguera- y  ya se sabe que la evocación de tiempos pasados es traicionera.  
De la mano de  It's raining again,  me he desviado de mi propósito y ahora  ya es tarde. Sólo diré que el escritor brasileño del siglo XIX, Machado de Assís,  concibe en estas Memorias Póstumas  un retablo moral, irónico y bien hilvanado. Es la crónica de un muerto que se empeña en contarnos sus inventos y andanzas mientras reflexiona sobre la teoría filosófica de un  loco.
              

        

sábado, 21 de enero de 2012

Cultura sin permiso.

Imagen de 1910, propaganda de un teléfono sin hilos. Paleofutureblog.


El escritor llega a algo a costa de estudios interminables que representan un capital de tiempo o de dinero; el tiempo vale dinero, lo genera. Su saber es pues una cosa antes de ser una fórmula, su drama es una experiencia costosa antes de ser una emoción pública. Sus creaciones son un tesoro, el más grande de todos; produce sin cesar, trae consigo disfrutes y pone en marcha capitales y fábricas. De esto no se sabe nada. Nuestro país, que vela con escrupulosa atención por las máquinas, por los granos, la seda, el algodón... no tiene oídos, no tiene ojos, no tiene manos, en cambio, cuando se trata de sus tesoros intelectuales. Señores, nuestra desheredación es infame; pero no crean ustedes que éste sea el peor de los males del pensamiento.

No pedimos socorro ni protección, no tendemos la mano. Suplicamos que se iguale el pensamiento a las mercancías; no amenazamos, suplicamos que no se nos despoje.

 
Honoré de Balzac publicó en noviembre de 1834 una carta dirigida a los escritores, el fragmento anterior pertenece a ella. El plagio,  las copias, el mercadeo con creaciones de otros sin que les sea reconocido el mérito, ni  pagado el trabajo a los artistas  significa el final de una cultura libre. 


Que existan webs en los que se intercambian archivos, que el tráfico de ideas  no se interrumpa y que la información viaje a toda velocidad a la disposición de cualquiera que tenga conexión  es una Revolución  con mayúscula, como nunca antes se ha conocido. ¿Hay que limitar una tecnología con leyes que penalizan esta gran ola de conocimiento y creación en manos de la gente?  

La respuesta es  no. Otra cosa es que  no hay  mercado en el que los bienes sean libres y gratuitos,  internet ha de someterse a unas reglas internacionales que garanticen la protección de los derechos de  propiedad intelectual  de creadores e innovadores, esa es la base para que pueda seguir floreciendo  esa nueva clase emergente creativa, en palabras de Richard Florida, que nace con internet y que se está convirtiendo en una cultura muy poderosa.    

La leyes que protegen contra la piratería, como el caso de SOPA y PIPA, son el intento a la desesperada de las grandes corporaciones de la industria  de distribución de contenidos  que ven en internet un territorio ignoto y amenazador, un dominio público para compartir y crear.  




Lawrence Lessing, en su libro Cultura Libre, explica  que en 1945 se produjo un  conflicto que acabó en los tribunales con una sentencia famosa. Venía  a cuento de la aviación que empezaba a tener un gran desarrollo. Granjeros de Carolina del norte con tierras cercanas al aeropuerto, veían  morir sus pollos al paso de los aviones de combate. Se presentó demanda contra el gobierno por invasión de la propiedad- el cielo sobre sus granjas-y el consiguiente perjuicio económico. 

El fallo del juez fue el siguiente:  el sentido común se rebela ante esa idea de propiedad de los cielos, por más derecho consuetudinario  que sea, las leyes han de ajustarse a las tecnologías de su tiempo.  




domingo, 8 de enero de 2012

Siberia

Autumm day, Sokolniki 1879.  Isaac Levitan


Siberia. Dieciséis mil kilómetros de punta a punta, desde Yakaterimburg hasta el mar de Ojotsk. Colin Thubron recorrió esa distancia  en su mayor parte en ferrocarril. Atravesó  Siberia  durante los años finales del imperio soviético.  En su libro En Siberia, cuenta que en algunas aldeas habló con viejos que no distinguían  el régimen zarista, la  Revolución y la Perestroika. En esas tierras se decía que el Zar queda muy lejos y Dios está muy alto,  quizás era una manera de que el forastero, noble ruso o camarada del partido, entendiera que el territorio estaba libre de esclavitud y de cualquier tipo de servidumbre externa. Un salvaje este, un lugar peligroso, una tierra marcada por la ley física del más fuerte.  El paisaje que describe  Colin Thubron es la pesadilla de un agorafóbico, está habitado por personas que deambulan por inmensas ciudades trazadas con tiralíneas estalinista y mucho, mucho alcohol en vena. 
  
 La Siberia. En Barcelona hay una famosa peletería con ese nombre, en la que jamás he puesto los pies porque los abrigos de pieles me sientan fatal y, de haber tenido dinero  para una marta cibellina o un visón, lo habría gastado en un viaje  a Mélijovo, donde vivió Chéjov en una casa con un jardín donde en primavera florecían los cerezos.  

Princezna. Alphonse Mucha


¡Espérame en Siberia, vida mía!  es una novela de Enrique Jardiel Poncela que leí  en la adolescencia y me dejó  una querencia tal por ese descomunal territorio que, a pesar de la tundra, la taiga, los lobos y  las minas, los borrachos y el fantasma de Rasputín, sería capaz de viajar hasta Novosibirsk en enero  para tomarme un refresco en la plaza del pueblo, e incluso si hubiera algo de luz, leería fragmentos de la novela que trata de amor y es tan  profunda que parece tolstoiana. Para muestra, un botón: 

El secretario continuó la lectura equivocándose más que nunca. Decía: 
 -Y estando acabando la sesión , y siendo yo secretario se me rogó el mes pasado  que...
El presidente le interrumpió:
-¿Qué pone en el acta? ¿Se me rogó o me se rogó? 
-Se me rogó 
-Pues se dice me se.
-Se dice se me.
El presidente le miró de un modo torvo  y pegando con el bote  en el borde del tonel, aulló:
-Se dice me se, bestia. 
Una pausa. El presidente continuó :
-Cuando ibas al café a comer ¿qué pedías entremeses o entresemes?
-Entremeses- contestó el secretario anonadado. 
-¡Pues entonces!   




   

martes, 27 de diciembre de 2011

Año nuevo 2012



Barco de mariposas, Vladimir Kusch.



El 1 de enero inauguraré mi agenda  de tapas plastificadas y con  goma. No es una Moleskine, tan de moda ahora, es una agenda barata que me ha costado 6 euros. Escolar, práctica, con las lunaciones, las equivalencias con el sistema métrico decimal y las distancias kilométricas entre las principales ciudades europeas. No he usado jamás esos apartados tan útiles, pero me gusta que los tenga.  La agenda es de fácil manejo, cabe en casi cualquier bolso porque no mide más de diez centímetros. A principios de año anoto un deseo, en la primera página y a lo largo de los doce meses escribo  de vez en cuando si el deseo se  acerca o aleja  y qué expectativas tiene de cumplirse.  Hasta la fecha no se ha cumplido ningún deseo -hace diez años que inauguré la costumbre- circunstancia que al principio me cabreaba y hoy me parece una suerte enorme. La vida está llena de paradojas. 

G.K  Chesterton  escribió en 1904, el 1 de enero, cuarenta y ocho propuestas para el año  nuevo, conocemos las dos primeras: no escribir sobre el año nuevo y  retirarse a un monasterio para el resto de su vida. Ya de buena mañana del 1 de enero, traicionó la primera y la segunda quedó en agua de borrajas; de las cuarenta y seis restantes no  sabemos nada.   Reflexionaba Chesterton sobre las divisiones arbitrarias del tiempo,  al que imaginaba como una serpiente infinita a la que hay que darle tajos para que nuestros sentidos tengan la oportunidad de percibir la finitud del tiempo humano. Proponía  una campana, un tilín, una alarma que nos avisara cuando estuviéramos en pleno  disfrute de los placeres cotidianos. Una voz que nos dijera: faltan tres minutos  o una hora  para que se acabe lo bueno. 

Detalle de Música para la danza del tiempo de Nicolás Poussin.

¿Sería un sinvivir?  pues quizás al principio, pero luego nos esforzaríamos por exprimir hasta el último instante la oportunidad de disfrutar de un charla con amigos, de un granizado de café en una terraza de verano, de un baño en una cala de Cadaqués o de un paseo por el campo. La puñetera campana tañería para sacarnos del gozo y devolvernos a la vida gris y autómata, pero habríamos ganado consciencia de nuestros actos y de lo bien que lo pasamos tantas veces al día, un bienestar que vuela sin percatarnos y que se mide en segundos o, con mucho optimismo, en  minutos.  



Según el escritor británico, esa simple advertencia del final de lo bueno, nos provocaría un aumento de las ganas de saborear y disfrutar de la vida. En realidad, Chesterton iba un paso por delante, pretendía que fuéramos conscientes de la muerte - un hecho ineludible- para despertar a la vida y empezar de nuevo todas las mañanas. El 1 de enero, por ejemplo, es un buen día para intentarlo.    



           

viernes, 23 de diciembre de 2011

Feliz Navidad

Queridos amigos,  deseo que no os falte el coraje, el amor y  la generosidad  para apartar de vuestra vida  todo lo sombrío y áspero, esta Navidad y los días que le siguen.


Cuando todas las esperanzas
estaban enterradas,
todas las fuentes secas,
todas las preguntas calladas,
todos los fuegos apagados,
entonces, en medio de la noche,
la débil fuerza de una semilla
rompió la costra de la Tierra.
Gloria Fuertes
 

viernes, 16 de diciembre de 2011



Durante años,  las tardes de domingo las pasaba en un cine de barrio de sesión doble, de manera que las criaturas ocupábamos los asientos batientes de madera, con la merienda en una bolsa de tela. Ni refrescos ni botellines de agua, el grifo de los baños nos suministraba líquido potable cuando era necesario. Éramos delgaduchos, casi todos, con alguna excepción que mirábamos  como una rareza y una desgracia. Aunque mi aspecto, alta y muy delgada, también me valió  algunas burlas que no me han dejado ningún trauma, o eso me parece. Durante un tiempo quise ser muy bajita para dejar de ocupar el último lugar de la clase en los desfiles escolares. Luego descubrí que  casi mejor era  quedarme como estaba.


En el cine de mi barrio  no había contemplaciones con la sensibilidad infantil. Un programa habitual era una de risa y otra de miedo o acción,  según criterios muy amplios.  Aún recuerdo un domingo en el que primero vimos  El libro de la selva  y luego nos endilgaron El Conde Drácula,  con un Bela Lugosi que provocó la intervención del acomodador, al que temíamos más que al propio Drácula porque no se conformaba con deslumbrarnos con su linterna, sino que se ayudaba de una corta vara para atizar a quienes expresaban sus emociones a grito pelado saltos y otras habilidades motrices.  Pedagogía de vanguardia porque daba un resultado óptimo. Ese domingo,  regresamos a casa corriendo y por el bordillo de la acera, temerosos de que el vampiro nos saliera al encuentro desde cualquier portal oscuro. 



M.R. James


No me gustan las películas de terror, ni las de acción, ni las escenas de persecuciones ¿Será consecuencia de un trauma? A cambio  me encantan los cuentos de fantasmas escritos por un único autor: M.R. James.  Los relatos son perfectos  mecanismos  de precisión, y lo más sobresaliente es la mesura en el uso de los adjetivos. 

En el cuento El maleficio de las runas, un erudito, especialista en tratados alquímicos que trabaja en el Museo Británico  es víctima de una venganza. El escritor de un infame  libro de brujería pretende que su obra sea publicada,  pero la negativa de la mayor autoridad sobre este tipo de textos -el estudioso del Museo Británico-  le parece intolerable al  autor, que despechado, urde un diabólico plan para acabar con la vida de Mr. Dunning, un  bendito que se pasa el día estudiando manuscritos del Saber oculto.  



La estrategia maligna  se inicia una tarde cuando regresa a casa en el tranvía. Por la noche  Mr. Dunning ha de dormir sólo en casa. Ruidos, puertas que se abren y cierran, luces que se apagan. En fin, lo habitual cuando una presencia quiere llamar la atención.  En la cama busca a tientas fósforos para encender una vela, en vez de eso se encuentra con la cabeza de un ser ominoso ¿y cómo reacciona? pues diciéndose que está pasando una noche lamentable. Mr. Dunning, se refugia en su despacho  para evitar tales inconvenientes  


M.R James (1862-1936)  fue decano del King's College de Cambridge, director de Eton, pero sobre todo un hombre de curiosidad insaciable, experto  en arqueología, filología y otras disciplinas emparentadas. Sus cuentos tienen el aliciente añadido de que escribe sobre lo que conoce y en escenarios familiares. Los 31 relatos que publicó son  como las sesiones doble del cine:  risa y miedo. Si alguien decide leerlo, por favor, que no olvide la linterna. Por si se va la luz.