André-Adolph Desdéri. Michaux sur son vélocipède, 1867. San Francisco FMOMA. |
Teatro muy breve.
Un día cualquiera.
Drama un poco espantoso en dos actos.
Acto I
Escena I
Un sótano, perdón, un loft, con
ventana y vistas a la acera de una calle de doble dirección,
estrecha y con edificios viejos y sucios.
Dos mujeres se pintan las uñas de los pies con esmalte de color azul noche. Se nota que no han estudiado pedicura porque
les tiembla tanto el pulso que se manchan los padrastros y los callos. Se oyen
los frenos de un autobús, claro, como que tiene la parada allí mismo.
Adelaida.- ¡No sé qué será de nosotras! Huérfanas
y sin otro patrimonio que nuestra mente, y este agujero sin paredes y con el baño atascado. ¡Qué asco
de herencia! ¿En qué estarían pensando
nuestros padres cuando echaron sus ahorros en esta guarida que ni los topos la
querrían?
Angelita .- ¡No
te quejes! Hoy cumplimos cincuenta
años, fíjate, y seguimos vivas. Y no me digas que no es raro, siendo como somos gemelas univitelinas, opositoras al cuerpo de abogados
del estado, a mucha honra
Adelaida.- Sí,
como para bailar la danza de los siete velos. ¡Loca! No te das cuenta de que hace treinta años que no pasamos del
primer ejercicio de la oposición y de que no vemos más horizonte que la marquesina
del bus y las losetas de la acera, que por cierto las reponen todos los años bisiestos. ¿Por qué será? Nuestro dinero se ha esfumado y tú sólo piensas
en paparruchas.
Angelita.- ¿Y que
propones?
Adelaida.- Si no
puedes unirte a tu enemigo, lucha contra él.
Angelita.- ¿No es
al revés? Y si puede saberse ¿quién es
nuestro enemigo?
Adelaida.- Pues
quién va a ser: el Estado, que nos rechaza una y otra vez, sin piedad.
Soplan las dos a la
vez con el fin de secar el esmalte que ha quedado a pegotes, mientras mueven los dedos de los pies con mucha gracia.
Acto II
Escena I y última.
Una comisaría en el subterráneo de plaza de Cataluña, las
hermanas gemelas están eufóricas, es su primer delito
–frustrado-pero ya imaginan empresas de mayor envergadura. El policía las mira con perplejidad, cosa natural, pues
son idénticas y hablan por los descosidos sin apenas hacerse entender.
Policía.- Pasito
a pasito, a ver, leo lo que han
declarado hasta ahora y si están de acuerdo, continúo.
Las hermanas.-
¡Pero qué pesado! Que ya lo hemos dicho todo, que nosotras sólo hemos entrado en el Banco X… con el propósito de hacer valer nuestros
derechos.
Policía.-Señoras, han amenazado al
director de la entidad con hacerle algo muy feo, si
no les entregaba los balances contables
de los últimos tres años y el metálico de la caja fuerte.
Angelita.- ¿Y? Nos colaron las preferentes y ahora estamos
sin un triste euro, así que o ellos o
nosotras. Los papeles que reclamamos son la prueba de la actividad delictiva con la
que han perpetrado nuestra ruina.
Policía.- (Sin Inmutarse)
Contesten:
¿pretendían sustraer documentación y dinero de la entidad bancaria?
Adelaida.- Nos
negamos a declarar y no nos replique, agente, que sabemos más de leyes que el tribunal de La
Haya. Y además, al final sólo hemos
podido sacarle cuarenta y siete euros al cajero. Y es para un buen propósito,
es nuestro cumpleaños y teniendo en cuenta que el banco nos ha birlado con engaño y muy malas artes los
tres mil euros que eran nuestro único capital, pues, qué quiere que le diga…esos
eurillos eran parte del resarcimiento y nos los íbamos a gastar en un menú degustación en el mejor restaurante del
nuestro barrio.
Angelita.- ¿Le parece
raro nuestro proceder?
Policía.- A mi no me parece nada.
Adelaida.-Pues
entonces, adiós.
Se levantan y salen sin que el policía reaccione debido a la
sorpresa y también gracias a la rapidez con la que han actuado Adelaida y Angelita. ¡Qué
burro soy, no he salvado en el ordenador el documento de la declaración! Se maldice el
agente de policía, un buen hombre que
sólo aspira a sus catorce pagas anuales. En ese instante, un apagón general
deja a la ciudad, al país, al planeta, sin energía eléctrica. Las hermanas salen al exterior
a tientas. La luna llena da un brillo de
agua a los edificios. No se oye más que el grito de las cotorras que anidan en los
plátanos de indias. El mundo se ha
paralizado por unos cuantos años. Por lo visto es culpa de la tormenta solar porque no funcionan ni el pitorro de las fuentes públicas.
Angelita.- ¿Lo ves? Treinta años memorizando el código penal
ha dado sus frutos.
Adelaida.- Somos
más rápidas que un juicio de faltas, hemos
dejado planchado a ese lechuguino con uniforme. ¡Feliz cumpleaños!
Fin
Durante varias semanas estaré alejada del blog, aunque intentaré visitar de vez en cuando a los amigos. Muchas gracias
y buen verano.