En la Edad Media los bestiarios causaban furor pero su origen va mucho más atrás: en el siglo II d.C con el fisiólogo -phisiologus- el que estudia la vida. Ese primer bestiario pretendía instruir a los aprendices, enseñándoles mediante relatos encadenados e ilustraciones, los secretos del mundo espiritual y físico, representado por una mezcla de animales reales e inventados. La Biblia y el Phisiologus fueron los dos libros más conocidos y de mayor distribución durante la Edad Media, éste último con sus relatos espeluznantes sobre los vicios de los fantásticos animales, sirvió de inspiración para adornar capiteles, esculpir gárgolas y escribir narraciones pobladas de esos míticos animales que se zampan a indefensas doncellas. En el phisiologus, el autolopo es un bicho feo al que le da por deforestar: hay un animal que se denomina autolopo [especie de alce o anta], en extremo feroz, al que ningún cazador podría acercarse. Posee largos cuernos, a manera de sierras, con los cuales puede cortar y derribar árboles grandes y altos.