Y además también la memoria inmediata se está estrellando. Recordamos muy poco de lo que acabamos de realizar. Ese breve recuerdo se disipa también a gran velocidad. La culpa, señalan, es por la acción de nuestro interés frenético en mariposear por las redes, contestar wassaps y además seguir con el trabajo. Esta atención desenfocada nos está convirtiendo en una especie sin músculo intelectual, con menos memoria que un pececillo de colores.
Se sabe que si una página tarda más de tres segundos en cargarse en la pantalla, la mayoría de usuarios abandona para buscar otra similar. La paciencia también se resiente, lo queremos todo de manera inmediata y, una vez lo obtenemos y sin transición reflexiva, pasamos a la siguiente distracción. Quizás no somos consciente de que nuestro cerebro humano se está transformando en tiempo real. ¿A dónde nos conducirá este delirio de estímulos, sin otro destino que quemar el tiempo en satisfacer la adicción a la dopamina?
El tiempo lo dirá. A esta incertidumbre opongo el recuerdo de los veranos de mi juventud, entonces nos aburríamos de manera sistemática. Largas tardes calurosas en las que no se podía salir y la lectura era una bendición, sí, aunque muchas veces habría preferido salir con mis amigos y disfrutar de los amoríos pasajeros y la exploración del mundo circundante. No existía esa afición loca al deporte, ni muchas familias podían salir de veraneo, así que había que permanecer en casa. El barrio era el lugar de nuestras aventuras veraniegas. Al atardecer, cuando se nos permitía salir un rato -hasta las nueve-, nos reuníamos en una plaza para hablar, sin botellón ni nada parecido.
Como mucho algún chico de la pandilla fumaba un pitillo. Yo deseaba que empezara el curso y se acabara el maldito verano. Estos recuerdos están muy vívidos, hoy 29 de julio de 2023. Me digo qué suerte tuvimos de no ser adolescentes en esta época, cuando ya no existe el aburrimiento y las redes están emitiendo información para idiotas cada minuto del día. El psicólogo Skinner demostró con ratones que, una vez aprende un ratón a darle a la palanca para obtener recompensa, en ese caso era comida, la acción queda grabada en su cerebro para siempre. Refuerzo positivo, pero Skinner, a ese mismo ratón y a sus descendientes, después de que asumieran el refuerzo, les dejaba sin comida por mucho que le dieran a la palanca o les daba premio aleatoriamente. A pesar de la frustración, seguían apretando con la patita la palanca en recuerdo de los tiempos felices. Lo retorcido del asunto es que ya fuera que hubiera recompensa o no, el cerebro del ratón dejaba de tener actividad neuronal entre la acción de impulsar el mecanismo y el resultado, fuera este positivo o negativo.
Skinner descubrió un mecanismo mental diabólico que funciona también en los humanos. Sería preferible vivir sin necesidad de darle a la palanca, ahora podemos añadir tecla o dedo deslizándose sobre sobre una pantalla, pero creo que ya tenemos el circuito del refuerzo positivo grabado a fuego en nuestro cerebro ansioso. Mientras, intentaré escuchar tres segundos esta bonita canción.
Unos por
ResponderEliminarignorancia,
y otros , la
mayoría ,
que van a
sus cosas,
cómo van
a tener
atención?
Es así, Orlando, entre la ignorancia y la distracción estamos apañados.
ResponderEliminarEn mi experiencia docente, a lo largo de casi cuatro décadas, he podido constatar el declive de la atención selectiva de modo muy agudo. No cabe duda que el factor clave ha sido la irrupción de la tecnología de modo masivo. El ser humano ha mutado en muchos sentidos, todos, incluido yo, y somos menos capaces de mantener la concentración y la atención en la lectura, en la contemplación de la belleza, en comprensión lectora, en capacidad de entender problemas complejos -ahora todo se reduce a esquemas simplones y la política es claro indicio de ello-. A mí todo esto, que ha sucedido desde que comenzó el nuevo milenio, me inquietaba y me producía intenso malestar y escribí mucho en mi blog sobre ello, pero ahora tengo una posición resignada porque me hizo sufrir mucho en su momento. Este es el hombre del siglo XXI, esquemático y adocenado, cuando ha de enfrentarse a los problemas más complejos de la historia. Mentes simples para problemas difíciles. Las redes sociales han hecho y están haciendo mucho daño, pero todo esto es irremediable y no merece la pena pasarlo mal.
ResponderEliminarHola, Joselu, desde luego tú has podido observarlo directamente. Lo digital nos está cambiando la manera de relacionamos con la realidad, parece que está ya asumido este hecho; y que ha disminuido nuestra capacidad de atención, pues los datos apuntan en esa dirección. Es un camino que no tiene vuelta atrás, a menos que haya un cataclismo que destruya toda la civilización tecnológica. El ser humano mutará, lo está haciendo ya, creo que perderá facultades y ganará otras, aunque lo que veo por ahora no me gusta. Hay más pérdidas que ganancias, tampoco me hago mala sangre e intento sacar lo bueno de internet, redes sociales no tengo, salvo este blog, así que navego sin sentir ninguna presión.
ResponderEliminar