Hubo un tiempo en el que el Debate
dirigido hacia la pomposa búsqueda de la Verdad –incierta y provisional-congregaba, divertía y enseñaba al público algo de provecho
para la vida práctica y/o contemplativa. No se negaba la participación a quien
tuviera algo que decir sobre el asunto. En aquella remota época, imaginamos la Grecia clásica de los escépticos,
quizás en Mesopotamia, en la China donde creció Confucio o en India de Buda, la dialéctica servía -y sirve-de eficaz
mecanismo para desarbolar falacias y demostrar que se puede defender, con argumentos lógicos, una cosa y su contraria.
Juan Arnau publicó en 2008 El Arte de probar. Ironía y lógica en India Antigua. Fondo de Cultura Económica, 2008. Aunque tiene las hechuras y apariencia de un texto académico, es lectura agradecida al alcance de cualquiera que quiera acercarse a la Filosofía de tradición budista e hindú, para conocer la escuela de los Vitandines, dedicados a destripar razonamientos lógicos con el fin de evidenciar la debilidad de todo argumento.
Gracias a Juan Arnau conocemos a los seguidores del filósofo Ngarjuna, quien se complacía en debatir sin afirmar jamás. Pretendía demostrar que la realidad es una ilusión y que el poder persuasivo, tan querido por políticos y medios de comunicación, radica en que sus destinatarios ignoren el mecanismo, el truco sobre el que construyen sus afirmaciones. Es en el misterio y la ignorancia donde se despliega su efectividad, tal como actúa la magia del Circo y el Teatro, espectáculos en los que reconocemos la urdimbre del engaño.
La lectura de El Arte de probar
es un tratamiento muy efectivo para resucitar neuronas, tan maltratadas por el griterío político
y mediático. Peor que
el cambio climático (caso de que tal anuncio sea cierto) porque nos están matando la capacidad de pensar por nosotros mismos, y es una contaminación de cadencia lenta, al estilo de Kill me softly
with his song, aquel éxito de Roberta Flack.
Para quien no pueda leer el libro, aquí dejo el enlace de la conferencia en la que Juan Arnau habló de
los Vitandines, fue en Casa Asia, el 29 de enero de 2009.
El autor dedicó la conferencia a la memoria de José Luis Giménez Frontín. Merecido recuerdo para quien tuvo la perspicacia intelectual y sensibilidad sobrada para animar la vida cultural de Barcelona durante años. Una época, ahora añorada, en la que, como en los chistes de Gila, alguien podía decir algo -inapropiado con la versión oficial- desde lo altura de la tramoya sin ser defenestrado del debate público (y que pareciera un accidente).