Son las quince y veintisiete minutos del día dieciséis de junio del año dos mil catorce, dentro de unos minutos, quizás una hora, esta entrada estará disponible para quien quiera leerla. Es un hecho que parece de lo más natural hoy en día, pero hace apenas ciento cincuenta años, la sincronía de tiempo y suceso que se transmitió a través del primer telégrafo causó incredulidad y abrió el camino a una nueva percepción del tiempo lineal, aquél que se describe como la perfecta sucesión de un antes, ahora y después.
En el magnífico ensayo, La información, James Gleick, analiza cómo las sociedades han ido adaptándose a las innovaciones derivadas de los avances en el control y transmisión de la información. Transcribo parte de un editorial de The New York Herald, referido a las primeras transmisiones telegráficas:
"Imagine que en este momento son las once en punto. El telégrafo transmite lo que está diciendo en este momento un legislador de Washington. Requiere no poco de esfuerzo intelectual darse cuenta de que es una realidad que es en este momento y no en uno que ya ha sido"
No se entendía cómo era posible enviar un mensaje físico a otra parte, si estaba escrito en un trozo de papel que se quedaba en la oficina y que no se movía del lugar. Así que hubo que explicar cómo una cosa llamada corriente eléctrica era capaz de conducir una información, nada físico que pudiera verse ni tocarse, hasta una ciudad distante, y que se recibía en el mismo momento en el que era emitida.
La extensión de cables por todo el territorio en la última mitad del siglo XIX no solo modificó el paisaje físico, también reajustó el concepto humano del tiempo. La literatura recogió los primeros frutos del cambio, no era raro leer inspiradas imágenes literarias y poéticas sobre la nervuda red que cortaba el aire y otras frases semejantes.
Lo asombroso del asunto, al menos para mí, es la rapidez con la se reajusta la mente humana a los cambios de cualquier tipo y cómo estos tienen un reflejo inmediato en todas las disciplinas, en especial en la creación artística. Desde luego, a partir de 1845 hubo controversia sobre las consecuencias de tal invención, no pocos intelectuales se horrorizaron ante lo que empezó a denominarse estilo telegráfico, que era como decir la destrucción del lenguaje culto y literario.
En el siglo XXI habitamos en un presente continuo, en lo inmediato que sucede en este segundo y que se convierte en antiguo al cabo de pocas horas. A propósito de las noticias sobre los últimos avances en inteligencia artificial la pregunta de cómo influye en nuestra mente internet, es de lo más pertinente. Si la semana pasada anunciaban que una computadora charló con un humano sin que este último advirtiera que daba palique a una máquina, ¿tendrá conciencia la computadora de que está hablando con una persona, o sea, un ente físico sin cables ni circuitos?
A saber de qué hablarían. He de reconocer que un futuro en el que las máquinas piensen mejor que nosotros y nos hablen, me gusta, me entusiasma. No tengo miedo de Hal. La de veces que a esta computadora desde la que escribo la he puesto a caldo por su lentitud y ella sin rechistar, la criatura.
No tengo ni idea de qué consecuencias hay que esperar de este frenesí virtual, pero intuyo que estamos viviendo una transformación personal y social a la altura de la invención del fuego, que como sabemos es un elemento simbólico que encarna la fuerza solar y la creación, venerado por todas las culturas que conocían también, no hay que olvidarlo, su poder destructivo.
El fuego de hoy es la red planetaria de comunicación que ya se extiende al espacio lunar; un fuego que nos alumbra todos los días, el centro de nuestras vidas y donde confluye la conexión inmaterial con nuestros semejantes. Nos quedan muchos prodigios por ver y experimentar en este siglo -si antes no desaparecemos como especie- y no sé si somos -seremos- capaces de manejar sin quemarnos una tecnología que es casi magia, incomprensible en sus aspectos técnicos para la mayor parte de quienes la usamos.
Desde hoy mismo, tengo intención de regresar a la era predigital. Es un experimento para comprobar hasta que punto soy capaz de resistir la tentación de lo inmediato y, de paso, a ver si recuerdo cómo se escribe a mano. Los resultados de esta temeridad anacrónica los compartiré aquí, a partir del primeros de octubre si nada lo impide.
Que pasen un buen verano.
No se por donde irá tu experimento...
ResponderEliminarSigo escribiendo con mi pluma estilográfica, no se escribir sin ella, y la sigo recargando con Pelikan.
Y sigo usando cuartillas usadas por el otro lado, porque no me gusta gastar de las nuevas, esas que se usan para escribir cartas que ya no se escriben...
Me acurdo de lo que es pegar sellos, pero no se donde comprarlos, porque el estanco del barrio cerró ha tiempo, y aunque fuera factible hacerlo....no encontraría buzón para estrenarlo.
En fin, sigo leyéndote, y sigues estando presente en las conversaciones con Francesc, allá en el Ateneo, del cual no soy socio pero como si lo fuera, porque me he hecho amigo del que lleva las llaves.
Salut
Pues buenas vacaciones o simple abstinencia de internet. La edad de Piedra siempre estuvo a nuestro lado.
ResponderEliminarQué despiste el de esa persona, no darse cuenta de que hablaba con una máquina. Me parece que la máquina no era como las que te contestan cuando intentas llamar al servicio de atención al cliente, una experiencia sumamente exasperante.
ResponderEliminarEn realidad yo tampoco he renunciado del todo a escribir a mano. Lo hago de vez en cuando, e incluso, le confieso, en alguna ocasión me doy el capricho de hacerlo a la luz de las velas. Hay pequeños placeres que aún están muy a nuestro alcance. Espero que usted lo disfrute.
Bisous
Ha dicho tantas cosas en tan poco espacio que no sé por donde empezar. Cuando ha hablado de aquellos primeros tiempos del telégrafo, de la incomprensible inmediatez, me ha venido a la mente la imagen, no sé donde la he podido ver o imaginar, de aquel niño que al oír la música de uno de aquellos antiguos gramófonos se asomaba a su altavoz para ver quién cantaba allí escondido o el peligro para la salud que se pensaba podía producir la vertiginosa velocidad de 30 km/h de los primeros trenes. No hay tal, ni sorpresa ni temor. No hay especie que se adapte mejor a todo lo nuevo, y además con independencia de la rapidez exponencial con la que se producen los avances de la humanidad con los cambios de costumbres y pensamiento que ello acarrea. Pero aunque, cmo a usted, no me da miedo ninguno de esos cambios, incluso a una futura inteligencia artificial, que por razones obvias creo que no llegaré a conocer, hay algo que entre rayas ha dicho usted y eso, eso si me inquieta: si antes no desaparecemos como especie. Genéticamente creo que nos queda cuerda, pero no sé si nuestra casa será capaz de mantenerse habitable lo suficiente.
ResponderEliminarUn saludo.
Me perece una idea perfecta para poner en práctica y ver hacia dóinde conduce...ya nos contarás si hay síndrome de abstinencia....
ResponderEliminarRespecto del artículo, muy muy interesante, me llama la atención como siempre existe un grupo de intelectuales guardisanes del orden que se escandalizan ante todo nuevo progreso y ven males por doquier...creo que eso tiene un nombre. Un abrazo
Hasta luego Amaltea, que te lo pases bien. Yo también me voy, quiero dejar aquí la inmediatez de las noticias y marcharme al territorio alejado donde no alcance la "rabiosa" actualidad, donde las máquinas no me hablen y donde las pantallas me retiren el saludo.
ResponderEliminarUn abrazo
Francesc Cornadó
Que lo pases muy bien, querida Amaltea!!. haces muy bien en desconectar, y nunca mejor dicho, de los cables que nos tienen sujetos a ésta inmediatez y sobreestímulo. Y escuchar y mirar y escribir a mano tocando el papel y quedarse absorto oyendo el silencio es una delicia que seguro vas a disfrutar!!. Un beso muy fuerte querida amiga y disfruta mucho de todo!!
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ResponderEliminarHola, AMALTEA.
Sus obras se abrazaron en su dulzura.
Y encantos dulce mensaje de mi corazón.
La oración por la paz de todo.
Le deseo todo lo mejor.
De Japón, ruma ❀
Un abrazo.
Mientras la información llegue más tarde que el pensamiento (por llamarlo de algún modo) que la crea seguiré tranquila.
ResponderEliminarBella Amaltea, disfruta del verano :D
Buen viaje regresivo Amaltea, excelente artículo. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Amaltea, espero los resultados de tu experimento y sobre todo espero con impaciencia ¡ tu proxima entrada!.
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