Ruinas cristianas de El-Kharga. Egipto. |
Cuando leí Desde el Monte Santo, viaje a la sombra de Bizancio del escritor británico William Dalrymple, se me cayeron varias vendas de los ojos. La principal fue perder el orgullo de pertenecer a la especie humana (aunque no sé si alguna vez lo tuve). Qué lástima no nacer libélula o genciana del campo, tan efímeras ellas y despreocupadas por el día de mañana, pero no, me ha tocado ser miembro de la familia de los grandes monos, con tecnología para autodestruir el mundo en segundos. ¿Y tú, niña, de quién eres? Pregunta típica en los pueblos que ahora, visto lo que nos rodea, merece una respuesta más precisa que la del linaje social: pues yo soy de los primates erguidos, de esos locos por adquirir, anexionar, dominar a quienes se pongan a tiro; narcisistas, retorcidos, bravucones. Una perla de familia, vamos.
William Dalrymple.The Sunday Tribune |
William Dalrymple es un escritor británico concienzudo, erudito y fortachón. Un garbanzo negro. De la clase rara de escritores que son capaces de planear un viaje durante años, estudiar el territorio con mapas y documentos polvorientos, sacados de bibliotecas convertidas en su hogar mientras aprenden lenguas exóticas.
En junio de 1994 el escritor inició el viaje en el Monte Athos y lo acabó en 20 de diciembre en El Kharga, Egipto. A pie, en coche, autobús, tren o cualquier medio de locomoción que pudiera llevarlo por la ruta que siguiera Juan Mosco y su discípulo Sofronio en el año 587 de nuestra era.
El prado espiritual fue su guía, el manuscrito original se conserva en el Monasterio de Iviron, fue escrito por Juan Mosco, relata su paso por las comunidades cristianas de Oriente y cuya copia sirvió a Dalrymple para planear el viaje, siguiendo con exactitud la misma ruta, sin saltarse etapas, lo que tiene mucho mérito pues algunas de las zonas, como en el Líbano y Turquía oriental, por ejemplo, se libraban guerras étnicas, y ya sabemos cómo las gastan los nacionalistas cuando se enfundan el traje militar.
No es un libro religioso, ni de viajes pintureros, en los que el autor se exhibe en un continuo autobombo. No, es una sensible y bien escrita crónica de cómo viven y, sobre todo, mueren quienes habitan los pueblos en las que aún pervive la tradición cristiana oriental. Deja hablar, que sea el lector quien extraiga las consecuencias de lo que lee; transcribe conversaciones con jóvenes, niños, viejos, familias hostigadas por el fundamentalismo, sea islámico, judío o de cualquier signo; gente a quienes nadie presta atención porque no encajan en ninguno de los grupos nacionales y religiosos.
Monasterio Eski Gümusler. Turquía |
Desde el Monte Santo, cuenta la vida cortidiana de los cristianos en las ciudades, y también en los escasos monasterios, eremitorios y cuevas que siguen casi como en la época de Moscoso; sus ritos, el silencio, la contemplación, la supervivencia en tiempo de guerra, que es en esas tierras el pan de todos los días, sin ir más lejos: Siria.
He leído otros libros de Dalrymple, por ejemplo Nueve vidas, sobre los místicos y santones de la India. Le tengo cariño, como si fuera un amigo entrañable porque es un escritor competente, historiador de formación, no imparte doctrina y es un narrador poderoso, siempre en segundo plano, al servicio de la historia que escribe.
Mi edición de bolsillo la tengo siempre cerca, con las páginas llenas de remiendos con celo, anotaciones, subrayados y tan perjudicado como la comunidad copta de Deir ul-Muharraq.
Lo tendré en cuenta para mi próxima lectura. Palabra.
ResponderEliminarGracias.
Miquel, seguro que te gustará, es un libro muy denso en información, extenso y no aburre ni cansa.
EliminarUn abrazo
Me gusta comprobar que aún existen arriesgados escritores que viajan o viajeros que escriben, capaces de contar, sólo contar, lo que ven. Como aquellos viajeros, muchos ingleses, del siglo XIX, que no durante cuatro meses, sino durante cuatro años, a veces muchos más, se veían obligados a tomar falsos nombres con los que tratar de pasar desapercibidos por la tierras que pisaban, hostiles muchas veces, como ahora, y de los que tras leer sus relatos, uno recuerda todo lo que pasó durante el viaje y nada sobre el viajero, a veces ni su nombre.
ResponderEliminarUn saludo.
Resulta que una tía abuela de Dalrymple fue una de esas atrevidas y temerarias viajeras escritoras del XIX, en el libro explica cómo su abujela consiguiño que la dejaran acampar durante dos meses en el recinto del Monte Athos, donde está prohibida la entrada de mujeres. Imagínese el temperamento de la tía abuela.
EliminarY buscando su bibliografía fui a caer en otro antepasado escocés, escritor viajero, y que lleva el mismo nombre y apellido, que en s.XVIII "exploró" España y dejó cumplida crónica en un libro.
Saludos
Estos textos nos convencen de cuán negativo es nuestro eurocentrismo, pero yendo más allá cuestionan, como tú dices, el engreimiento del ser humano, el simio que se mira al espejo y se peina.
ResponderEliminarCuando el viaje que relatan, transcurre por "prados espirituales", por "montes santos" y por territorios plagados de monasterios la cosa se agrava, pero no es diferente de un paseo por el centro de negocios de una gran ciudad, los unos y los otros confirman la insensatez del orgullo que presume el hombre.
Salud
Pues sí, estamos hechos todos con la misma pasta, y poco difiere si nos matamos por un dios, por acciones de bolsa o por el control de los gaseoductos en Ucrania.
EliminarYa ves, llevamos la marca de la bestia en la frente, no sé yo si nos dará tiempo a pegar un salto evolutivo que nos haga más tolerantes y generosos.
Un abrazo
Pues de este creo que voy a pasar.
ResponderEliminarEn cuanto a nuestra especie (le aclaro que la mía es la misma que la suya, aunque nunca lo había confesado), no se apure: seguro que las demás también tienen basurilla bajo la alfombra.
Feliz comienzo de semana, madame
Bisous
Tiene usted, Madame, mucho material histórico al que dedicar su tiempo. Sus crónicas están en la misma línea: aleccionadoras y entretenidas.
EliminarSí, somos primas hermanas, es algo que hemos de asumir con templanza.
Bisous y pase usted una buena tarde.
Me fio de ti absolutamente. Bien pudiera darse el caso de que el señor haya preparado a conciencia el viaje, lo haya estudiado, prepare las etapas y por fin viva la experiencia peeeeero...luego no sepa trasladarla al lector.
ResponderEliminarPero visto que eso no es así y que no estamos ante un viaje pinturero (término con el que está todo aclarado) lo anoto y busco ya mismo.
Luego...a ver...no me des disgustos de comienzo de semana recordandome a que especie pertenezco, ya que no me quedará otra que darte la razón y todavía es lunes. Pero te entiendo, no sabes como te entiendo. Un abrazo
Gracias, V. Pongamos buena cara y disfrutemos de esas pelis y lecturas que nos hacen la vida mejor, y hasta incluso algunas nos dan el impulso para cambiar de dirección en el largo and winding road, como cantaban los Beatles
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Menos mal que aún tenemos ese pequeño porcentaje en nuestra autodestructiva especie que mira hacia los demás en vez de a sí mismo y con intención de mostrar lo que en realidad somos, de poner un espejo para vernos a nosotros mismos reflejados. Si además es un narrador poderoso y un historiador cultivado, debe ser un placer auténtico leerle. Así que me apunto a sus viajes!.
ResponderEliminarGracias Marga por tus deliciosas reseñas.
Un abrazo muy grande
Tati, es así, estamos hecho de una pasta en la que la tolerancia es un ingrediente muy escaso.
EliminarA mi me entraron ganas de visitar Oriente, seguir su ruta, pero parece que no por ahora, habrá que conformarse con releer el libro.
Otro gran abrazo