martes, 16 de abril de 2013

Escribir, leer y vivir del aire



Libros, puertas. Rob Gonsalves

Revolver entre libros viejos y  pasear  por  las ciudades, las que conozco y las que quiero descubrir,  sin objetivo determinado,  forma parte de lo que para mí significa la joie de vivre, y lo digo en francés porque acabo de leer dos novelas de Patrick Modiano  y es tanta la melancolía de sus historias que necesito  unas risas para volver a mi ser y lo expreso  en esa lengua preciosa,  con la que el escritor nos cuenta  la etapa fundacional  de su vida, la que sin haberla vivido, nació en 1945,  recrea en los años treinta y durante la ocupación de París por los nazis;  la ausencia del padre y  el desarraigo de los personajes que habitan las tristes pensiones con ventanas desde las que solo se ve  la lluvia y el cielo gris. Paisaje emocional más alicaído no se puede.
Así que  hoy no voy a recomendar a Modiano,  quizás mejor dejarlo para el otoño, cuando las tardes de verano nos hayan dejado con ganas de paraguas  y  ansia de ponernos  ese abrigo con el que tan bien nos sentimos.  Será, sin duda, el mejor momento para leer Flores de ruina, que ya con el título nos avisa de lo que vamos a encontrar, y Perro de primavera,  ambas novelas en la línea habitual  film noir, con mucha gabardina y ganas de amargarnos el día.


El destino es muy listo como decía la portera del edificio donde viví cuando era niña. El tiempo me ha demostrado que el destino no es el nombre de un señor y que  esa mujer conocía  de la vida más de lo que aparentaba, teniendo en cuenta que no había salido de un convento hasta cumplidos los sesenta años.  El destino siempre amaga  una sorpresa, verbigracia, la otra tarde, que no llovía, y hacía un calor anticipatorio del bochorno mediterráneo que se nos echa encima,   en una librería convencional en la que entretenía una espera,  entre los estantes de best-sellers,  mazacotes  de tapa dura, encontré un cuadernillo de apenas  setenta y cinco páginas, tamaño agenda de teléfono, de las que en época predigital  se llevaban en el bolso.  Un niño perdido entre la multitud. Con razonable esperanza me hice con él: Libros y libreros en la antigüedad. El autor es un escritor mexicano,  Alfonso Reyes. La editorial es Fórcola, que  no conocía y que empieza bien.  
El libro es una versión abreviada del que escribió  H.L Pinner en 1948: The world of books in classical antiquity.  Qué diversión, qué placer la lectura de  anécdotas y  erudiciones librescas que se remontan a griegos y romanos, contadas con cierta sequedad, de acuerdo,  pero  después de leer a Modiano ha sido como ir al baile de la Rosa y convertirme en la reina de la fiesta después de haber estado podando un camposanto. 
En su esforzada lucha por ganarse el pan, los autores  de hace más de dos mil años son tan parecidos a los actuales,  que una se pregunta la razón por la que tanta gente persigue escribir libros y, lo más raro, que tengan la ilusión de vivir de la escritura.
Cuenta Alfonso Reyes que  Juvenal  se refería a la “hueca fama  como único consuelo de los escritores, a falta de contraprestaciones económicas suficientes para vivir con decoro.  Y  a todo ello hay que añadir que ni había protección legal que amparase el derecho de autor, ni  el plagio  tenía la consideración actual, de hecho, las leyes de propiedad intelectual se remontan a poco más de de doscientos años.
Estaba tan asumido el plagio y la apropiación de escritos, que el mismísimo Quintiliano  cuando publicó sus clases, harto de ver sus palabras en boca ajena, disculpaba esa mala costumbre de sus alumnos de la siguiente manera:  creo que los jóvenes lo hicieron como prueba  de su estimación hacia mí”  
Sin contar los fraudes normales que debían soportar los escritores, por ejemplo, si era un famoso como Marcial, su nombre se estampaba en rollos escritos por otros que no gozaban de tanto aprecio popular.  Otra argucia  de los libreros de viejo consistía en meter semillas de ciertos cereales entre los rollo para dar apariencia de más antigüedad, incluso hubo alguno que intentó vender la Odisea  original, en cómodos rollos muy decorativos.  
¿Alguien se atreve a afirmar que hoy son tiempos difíciles para la literatura?