Sendero trillado es un cuento de Eudora Welty, la escritora estadounidense que mejor ha reflejado la condición humana, no sólo la del sur de Estados Unidos, de donde era originaria. Escribió y fotografió una sociedad que conocía muy bien, en la que se mezcla mezquindad, vulgaridad, codicia pero también generosidad y amor. Los personajes de Welty no son exclusivos del Mississipi, de Morgana -que siempre huele a Magnolios-porque la especie humana comparte los mismos rasgos psicológicos. En Sendero Trillado, la vieja negra Phoenix se adentra por inhóspitos territorios y carreteras con la intención de llegar a la ciudad. Es Navidad y va a recoger una medicina imprescindible para su nieto. Después de un largo camino, Phoenix no puede recordar la razón de su viaje, hasta que una moneda que le ofrece la enfermera, en un gesto caritativo, le devuelve la memoria perdida. Tiene otra moneda que encontró en el camino, dinero suficiente para comprarle a su nieto un molinillo de papel. El molinillo lo llevará en la mano y la medicina ayudará al chiquillo a respirar y tragar por la garganta quemada por la lejía.
Phoenix, la abuela negra, quizás no tenga nada que ver con la abuela del pobre demente que ocupó el asiento de mi coche, pero ambas tienen en común que llegan al límite de sus fuerzas por el amor a un nieto, en el segundo caso, un amor ciego y descerebrado. Eso ocurrió un día en el que en una curva de la carretera que lleva a mi pueblo, una anciana encorvada y completamente vestida de negro, me hizo una señal con la mano, a la manera expeditiva de un guardia de la circulación. Antes de reflexionar ya había parado el coche y abierto la puerta para que la anciana subiera, pero en vez de ella, un hombre de casi dos metros - no exagero- salió desde detrás de un muro y se sentó a mi lado. La viejecita, me dio las gracias varias veces, a la manera oriental, juntando las manos y bendiciendo la hora en la que se me ocurrió parar. Sin ánimo, ni cuerpo para negarme, reconocí al hombre que acababa de salir del psiquiátrico y que unos años antes se había cargado a un vecino del pueblo. En el dos caballos inicié la conducción más trepidante que haya realizado jamás en mi vida. Desde que empezó el viaje, el psicópata me miraba fijamente, cada vez más cerca de mi cara, su aliento pastillero me despeinaba mientras frenética y con la cuarta marcha a todo trapo, intentaba descubrir qué podía usar para defenderme ante el inminente ataque. Ahí fue cuando me derrumbé porque el mechero del coche era la única arma disponible, esa cosa del tamaño de un dátil debería salvarme la vida. ¡imposible! De pronto, un pájaro pasó volando frente al parabrisas, en ese instante supe que estaba a salvo porque grité: ¡un pájaro! y señalé con el dedo al gorrión que revoloteaba a pocos metros, el trastornado siguió mi dedo, quedándose un rato ensimismado mirando por la ventana. En cuanto se cansó , volvió a las andadas, a medio palmo de mi cara, de manera, que grité: ¡un árbol! y luego: ¡una mariposa!, ¡un avión! ¡una casa! y etc. Veinte minutos de enumeración de todo lo que se cruzaba ante nosotros , incluso inventé un caballo, dos ciervos, una vaca. Cada vez más deprisa, sin darle sosiego, gritaba los objetos que se me iban ocurriendo y lo más asombroso es que por muy inverosímil que fuera, el pobre loco seguía mis indicaciones y al no ver ni la vaca, ni los ciervos, ni el caballo, decía entristecido: ¿dónde? yo no lo veo Fíjate bien, si es que no prestas atención, le contestaba. Ahora me remuerde la conciencia, tampoco hacía falta tanto cinismo.
Portada del libro de fotografías de Eudora Welty publicado en 1989.
Buen relato mi querida Amaltea lo he leído de seguido sin parar ni un momento de mover los ojos de la lectura.
ResponderEliminarDicen que la suerte de un loco es dar con otro loco jajaja y eso es lo que pensaría el sipcópata de dos metros de alto.
No tengas remordimiento de cabeza ni de corazón mi querida amiga ,que para salvar la vida se hace cualquier cosa que se nos pase por la cabeza.
Besos de MA y mil gracias por tu huella amiga.
Sí que hubo suerte porque los dos hicimos una buena pareja.
ResponderEliminarUn abrazo.
qué abuelita más cabrona! Recuerdo cuando me lo contaste, entonces me asusté bastante pensando en lo que te podría haber pasado. Ahora me he desternillado, ni cien dementes pueden hacer nada ante tu entretenida narración oral.
ResponderEliminarTu, tu y tothom lo sabemos.
Lo sabemos, y bien estuvo lo que bien acabó.
ResponderEliminarMadame, qué buena es usted. Es la única persona que conozco capaz de recoger en su coche a un demente y remorderle luego la conciencia por señalarle una vaca inexistente. Bueno, más breve aún: es la única persona que conozco capaz de recoger en su coche a un demente. Qué valor.
ResponderEliminarEstoy segura de que yo en su lugar me hubiera estrellado.
Feliz dia, madame
bisous
Madame, usted hubiera hecho lo mismo. El instinto de supervivencia tiene el mérito de todo.
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Un engaño temeroso y una salida astuta e inteligente. Sin contar el alivio...
ResponderEliminarSí, fue un alivio, aunque me han quedado secuelas porque cuando veo a una inofensiva ancianita vestida de negro, piso el acelerador.
ResponderEliminarY después esa experiencia quién no, eso no es una secuela, es instinto de supervivencia, la experiencia siempre es un grado...
ResponderEliminarDesde luego cuando hay que sobrevivir la imaginación es el mejor arma!, madre mía, el susto que debiste pasar!.
ResponderEliminarEres genial y me voy corriendo a leerte en tu nuevo blog!
Un beso enorme
Si me lo cuenta a mí (lo de su bisabuela y el 2012) prometo ser discreta y no desvelarlo a nadie :-)
ResponderEliminarUn blog magnífico. Saludos, noble ninfa Amaltea.
Franjose, eso es lo bueno de la experiencia que siempre aprendemos algo de ella (o no)
ResponderEliminarTati, la cuestión es no parar de imaginar aquí o en Sebastopol.Una alegría verte por aquí.
Ana Márquez, gracias por entrar en esta casa. No es posible contar lo de mi bisabuela, entiéndelo, que más quisiera yo. Saludos.
Maniobras de distracción, magnífico.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
En ciertas ocasiones,Francesc Cornadó, la distracción es la única salida posible.
ResponderEliminarGracias por tus comentarios Amaltea, me animas el día ^^ Un besazo y muy buen post!
ResponderEliminarGracias, otro abrazo para ti.
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