-¿Quién es usted?
- Sólo lo que ve. Un pequeño engranaje en la gran rueda de la evolución
- Es usted el engranaje más adorable que he visto en mi vida...
Amadeo echó un vistazo a la imagen reflejada en el espejo, que para más señas era la propia. Se ajustó bien la gorra de polipiel, forrada en su interior de poliéster imitación lana de carnero. Con la visera de la gorra y las gafas de sol podía pasar por uno de cincuenta años. Se limpió las puntas de los zapatones negros -cuatro centímetros más que se añadían a su metro sesenta y cinco- restregándolos en la pernera del pantalón tejano, estiró la espalda y dudó un instante si crecer otros tres centímetros con las plantillas de silicona que se compró en las rebajas. Eligió quedarse como estaba porque si la mujer con quien estaba citado se enamoraba de él, que era lo más probable, quería ser sincero desde el principio. Bebió un sorbo de tila antes de cortarse los pelos de las orejas, los muy puñeteros, se asomaban desde el tímpano, frondosos y duros como púas de erizo. ¡En fin! la testosterona tenia esos indeseables efectos, se decía Amadeo mientras regresaba a la salita para poner el cedé de los Creedence y escuchar Cotton fields, su canción amuleto para salir airoso en las aventuras amorosas. Ensayó su baile, sin mover los pies, usando sólo la fuerza de sus hombros para contraer el pecho y estirar el cuello, lo hacía con suavidad, demorándose en ese singular gesto, inimitable y de propia invención. Paténtalo, le dijo uno la última vez que bailó en La Paloma, a lo que Amadeo respondió: el copirrai es para los fracasados. La frase no era suya, la había leído en un dominical y le gustó tanto que la repetía siempre que tenia oportunidad e incluso sin que viniera a cuento. Madre mía, si él hubiera querido, se decía al ritmo de Fortunate son, la canción de la siguiente pista, habría sacado patente de todos sus inventos y ahora viviría de rentas y en la Bonanova, pero ¿y qué? también era feliz en la Barceloneta, se apañaba con su pensión y no necesitaba que nadie le ayudara a limpiar el piso. Concéntrate Amadeo, aspiró el aire y resopló. Si Ella no contestara: Sólo lo que ve. Un pequeño engranaje en la gran rueda de la evolución, yo no podré decirle lo del engranaje más adorable y entonces será Huston, tenemos un problema. Acercando mucho la cara al espejo del baño, a donde había regresado sin optimismo, se arrancó tras varias tentativas, cuatro pelos de las cejas, encrespados y blancos. Se sentía decepcionado porque la mujer que iba a conocer esa tarde no habría visto jamás Ninotchka y, por lo tanto, no podía ser la mujer de su vida. De buena gana se quedaría en casa, pero tenía que ir a la cita porque él era un hombre de palabra, y ella la prima de su amigo.
-¿Quién es usted? - preguntó Amadeo a la mujer que estaba sentada en la cafetería del Hotel Suizo con la revista Punto de cruz, sobre la mesa.
-Sólo lo que ve, una mujer fastidiada.
La respuesta no era correcta pero demostraba que la mujer tenia temperamento y reuma.
-En ese caso, tengo un plan, quinquenal, si usted quisiera compartirlo ...
La imagen y el diálogo en cursiva que inicia el relato pertenece a la pelicula Ninotchka, dirigida por Ernest Lubistch en 1939 y protagonizada por Greta Garbo y Melvin Douglas.
Madame, qué encantador recuerdo para esta aficionada al cine clásico.
ResponderEliminarBueno, al final el diálogo no salió muy parecido... pero me hizo reir mas que Lubitsch!
Qué deliciosos son siempre sus relatos :)
Buenas noches
Bisous
El fantasma de Lubistch andaba rondando por la casa, lo he notado cuando me ha soplado la última línea. Le habrán encantado sus risas.
ResponderEliminarMuy buenas noches y bisous.
Soberbio relato, que ilustra como somos (impagable cuando el protagonista decide "ser sincero desde el principio", o sea, no engañar más que lo minimamente imprescindible), y también, me temo, como esta decadencia en los diálogos que veíamos en el cine clásico (sustituídos por abracadabrantes efectos especiales), se reflejan en otros aspectos vitales de nuestra sociedad, cada vez más llena de tópicos y poco dada a usar la inteligencia y la responsabilidad ética.
ResponderEliminarMientras vamos decayendo seguiré esperando sus fecundos e inteligentes relatos.
Amaltea, un aferctuoso saludo.
Anónimo, sí, sentimos nostalgia del cine clásico pero también ahora hay peliculas memorables, Match point, por ejemplo. Ahi va la reflexión con la que se inicia la película: Aquel que dijo más vale tener suerte que talento, conocia la esencia de la vida.
ResponderEliminarLa gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte. Asusta pensar cuantas cosas se escapan a nuestro control. En un partido hay momentos en que la pelota golpea el borde la red y durante una fracción de segundo puede seguir hacia adelante o caer hacia atras. Con un poco de suerte sigue adelante y ganas o no lo hace y pierdes.
Exactamente, la vida misma.
Un saludo
Es un placer.
ResponderEliminarCuántas maravillas me he perdido.
Nunca he prestado atención al cine, en esto soy un inculto que solo merece una reprimenda airada.
Salud
Francesc Cornadó
Eres la Afrodita de los relatos cortos, ¡Madre mía! y me quedo corta (y redundante por todos los lados, a ver si lo pilláis)
ResponderEliminarMi canción favorita de los CCR también es cotton fields: when i was a little bitty baby... me da por bailar como el Coyote Dax hortera ese.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarFrancesc Cornadó, pue sí, te mereces una buena bronca. ¿Y si corriges esa mala costumbre? Empezar por Lubitsch no es mala cosa y luego sigue con Cukor y Wilder ...
ResponderEliminarUn saludo de cinéfila.
Marieta, oye, pues a mi también me da por bailarla y cantarla y quererla. Cuando la escucho veo a Huckleberry Finn correteando por los campos de cotton.
no he visto la película pero me he leido tu relato tres veces!!, espero que eso conmute un poco mi incultura cinéfila... qué manera tan cálida de contar una historia, tus descripciones son tan intensas que casi he visto ante mi los personajes...
ResponderEliminarfantástico!
Gracias María, pues ese difrute con el relato está años luz de lo que puedes reirte con la pelicula.
ResponderEliminarUn abrazo y bienvenida a esta casa.
Querida Amaltea hermoso relato y bello cartel inspirador de tu gran texto.
ResponderEliminarAbrazos de MA para ti, mil gracia por tu huella bloguera en tu casa amiga.
Gracias Ma, y un abrazo también para tí.
ResponderEliminarDelicioso, entrañable querida Amaltea.
ResponderEliminarEl deseo de gustar, esa sinceridad a medias, soñar con relaciones de película, con ese guión que llevamos en nuestra cabeza de cómo nos gustaría que fuera nuestra vida y...la realidad y sus ironías, y como dices, nuestra falta de control absoluto, tan solo esperando que la pelota caiga al otro lado de la red.
Amadeo y tu relato están llenos de ternura, dulce ironía y un comprensivo e inteligente conocimiento del ser humano.
Gracias! Es un verdadero placer leerte!!
Muchos besos
Cuánto amor necesitamos, querida Tati y qué torpes somos en disimularlo. Poca diferencia hay entre unos Amadeos y otros, sólo la forma de aparentar nos distingue.
ResponderEliminarUn gran abrazo.
Interesante y bonito relato y mas para una persona como yo nada dada y capacitada al arte de la narración.
ResponderEliminarPako.
Pako, gracias por pararte un rato a leer. No se necesita capacidad especial para disfrutar de un relato, sólo es necesario que la historia que leemos nos interese.
ResponderEliminarUn saludo.
No es tan fácil, no. Usted escribe bien, incluso sin trama y sin final.Créame siempre su sincero y agradecido admirador.
ResponderEliminarGracias, Manuel, me ves con buenos ojos y tu generoso corazón pone el resto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Amaltea,
ResponderEliminarla historia hermosa e interesante
implican los límites de la sinceridad!
PS: Me gustó mucho tu nueva foto de perfil!
Abrazos
Denise, la sinceridad con la que nos vemos a nosotros mismos es un espeso maquillaje que sirve para vernos mucho mejor de lo que somos.
ResponderEliminarUn abrazo.