En el salón
de baile, ella intentaba recordar cómo era aquel compás que hizo famosa a su
amiga, años atrás, en aquel mismo hotel. Los brazos le colgaban rígidos, sin un
triste balanceo, mientras sus pies se movían dos pasos derecha, cruce de
piernas y otros dos pasos a la izquierda ¿o era al revés? Cerraba los ojos para
concentrar su atención en seguir el ritmo pero tanta introspección malograba
sus movimientos, los hacía lentos, precavidos, como si estuviera inspeccionando
la calidad del suelo que pisaba.
Sonaba una canción antigua en el órgano multifunción
que tocaba un hombre, con un lápiz de IKEA entre los labios, la mina en la
lengua porque estaba dejando el tabaco y el grafito no sólo le sabía rico, sino
que le daba energía suficiente para tocar el tema de Lara dos veces por noche.
Ella, a pesar
de tener los ojos cerrados, notaba todas las miradas. Sí, la
contemplaban intrigadas media docena de parejas sentadas en torno a las
mesitas, un poco impacientes porque hacía casi una hora que esperaban la
actuación del Mago Sarkov. Ella
entreabrió un ojo, el izquierdo que era el que menos dioptrías tenía y fue en
ese breve instante cuando él se acercó, la tomó del talle con suavidad,
susurrándole: Palmira van a dar las once, es nuestra hora.
-Ya, pero por
lo que más quieras te lo pido: hoy no me tires los cuchillos que se ha
atascado otra vez el motor de los brazos.
No le auguro un futuro demasiado prometedor a la buena de Palmira...
ResponderEliminarLo del lápiz de Ikea lo mismo lleva nicotina en la mina -para que vayamos a por más y, de paso, a por sillones y mesas camillas-.
Ay como me gusta lo que escribes y como escribes, siempre me conmueves y mueves algo muy sutil dentro de mi!.
ResponderEliminargracias por dar tanto!
Un abrazo muy grande
Marieta, las apariencias engañan, eso es bien sabido.Me parece que Palmira es una triunfadora como no hay otra.
ResponderEliminarTati, creo que existe algo así como una ley de reciprocidad oculta pero muy palpable; gracias a tí, por la sensibilidad con la que me lees.
Un gran abrazo.
ESCRIBO CON LÁPICES QUE MANGO EN IKEA. POR CIERTO, EN CADA VISITA QUE HAGO A LA NADA SUECA, ENCUENTRO QUE SON DE MINA MÁS DURA, MENOS DÚCTIL...
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