La erupción del volcán. Pintura de Antonio Vasquez. Guatemala. |
Entre los oficios más asombrosos que un
ser humano puede desempeñar, el de apagador de volcanes es, por delirante e
increíble, el más novelesco y fantasioso. Sabemos que existió un hombre:a don Cleto Guadamuz y Lozano, nacido en Granada que murió a los 107 años y que se
ganó la vida en Nicaragua, en el noble y quizás altruista empeño de apagar los
volcanes y acabar con los temblores que tenían en vilo a la población de
Managua, allá por el año 1938.
Se sabe que por tan colosal trabajo fue
remunerado con mil córdobas, y que
habría paralizado otros volcanes que anunciaban erupciones, si el
gobierno le hubiera soltado más pasta.
En documentos oficiales de la época y
periódicos de Managua se nombra a don Cleto como apagador oficial de
volcanes; su fama en los años treinta era enorme y, a pesar de que su teoría
sobre la comunicación de volcanes en la profundidad de la tierra y el modo de
someterlos a su voluntad, desafiaba el sentido común y el conocimiento
científico, tuvo encargos oficiales que cumplió con éxito.
Desternillante parece a nuestros ojos su
método de apaciguar volcanes y mantener los movimientos de la tierra a raya. Don
Cleto explicaba cómo apagar el volcán del Cerro Negro: daría tres pasos hacia
adelante y seis golpes en el suelo con el pie. Luego señalaría hacia el cielo y
pronunciando unas cuantas palabras misteriosas, haría que los fluidos de arriba
se juntaran con los fluidos de abajo sirviendo mi cuerpo de puente, y entonces
inmediatamente comenzaría a sentir el Volcán mi fuerza, apagándose tal vez
violentamente o tal vez dentro de algunos días después de esta operación.
Sería fantástico que tuviéramos
entre nosotros a un mago como el granadino, que se plantara ante los volcanes
activos hoy y ejerciera su oficio con la maestría de alquimista soñador y
longevo; que ante los ojos de los satélites y los mil artilugios que
pueblan el cielo, amansara la naturaleza ardiente como si se tratara de un
cachorro de perro, obediente a la palabra firme de su amo.
Tantos años estudiando la ciencias de la Tierra pa na. Jolin, si lo sé no vengo.
ResponderEliminarEse tío sí que era un científico de los buenos...
Granaíno tenía que ser!!, je, je.
ResponderEliminarLo increíble es que él no saliera chamuscado haciendo, como hacía, su cuerpo de puente.
Otro oficio precioso y necesario que también desaparece....en fin, no somos nadie.
Un abrazo grande, te espero a finales de mayo!!
Tati
Marieta, don Cleto se desternillaría con las "ciencias de la Tierra" vista su facilidad para domesticar volcanes.
ResponderEliminarTati, me huelo que el granaíno sabía latín - como casi todos los de esa tierra- a ver quien era el guapo que le chistaba a don Cleto cuando se ponía a dar órdenes al volcán.
Abrazos mil.