En el año 2008, en el mes de mayo, un
meteorito se desintegró a la altura del término municipal de Ladrillar, en Las
Hurdes; en una terraza de cultivo de olivos, abandonada desde hacía tres
lustros cayeron dos restos que no medían más de tres centímetros el
primero y con forma de higo y ocho centímetros el segundo, y que
parecía una muela del juicio con raíz.
Los dos meteoritos fueron encontrados el
14 de marzo de 2010 por Elías, un buscatesoros que al primer vistazo los
desechó, pero al cabo de unos minutos, cambió de idea, los recogió, tanteó con
las yemas de los dedos la superficie negra, irregular y, para su asombro, con
tacto sedoso y los guardó en el bolsillo izquierdo del
pantalón. De camino al pueblo de las Mestas, casi al anochecer, la carretera adquirió
un tono azulado, no sólo el asfalto, también los pinos que se inclinaban desde
las laderas de la montaña.
Elías redujo la velocidad para observar mejor el
fenómeno, desde el parabrisas echó un vistazo al cielo: dos nubes de color
púrpura brillaban en el cielo casi oscuro. En ese mismo instante, el coche se
detuvo, el motor se paró sin que Elías hubiera tocado el freno, ni el cambio de
marchas. Salió del coche, el silencio era absoluto, sabía que era inútil
recurrir al teléfono móvil, porque no funcionaría, estaba seguro, pero a pesar
de esa confianza, tuvo la tentación de comprobarlo y, sí,
efectivamente, el móvil estaba muerto, como el coche. Le pareció una noche
bellísima, azulada y violeta como una melena ondulante que cubriera
esa parte del planeta, por capricho para complacerle sólo a él; en el bolsillo
de su pantalón, las dos piedras cósmicas palpitaban con un ritmo sosegado y
profundo. Antes de iniciar a pie la marcha por la carretera solitaria,
Elías depositó los meteoritos sobre un tronco roto que encontró en la cuneta. A
los pocos pasos, la noche se hizo gris, las dos nubes púrpuras desaparecieron y
el teléfono móvil que guardaba en su chaqueta le sobresaltó con su señal
de mensaje recibido
-¡Cochina
realidad y cochinos extraterrestres!
Volvió sobre
sus pasos, se sentó en el asiento del coche al tiempo que una furgoneta de
reparto pasaba a toda velocidad por su lado. Encendió el motor, antes de
ponerse en marcha, se quedó pensativo durante unos minutos, arrepentido y
también rabioso contra sí mismo.
-¡A la
próxima, y ya van tres con esta vez, voy a llegar hasta el final, aunque sea lo
último que haga en este mundo! Si quieren algo de mí, que me lo digan a
las claras de una puñetera vez.
me encanta el giro que le das al final.
ResponderEliminar"Si quieren algo de mí, que me lo digan a las claras de una puñetera vez.". Eso es lo que quisiéramos con todo esto de los extraterrestres porque se andan con tantos misterios?. a ver si lo consigue nuestro protagonista y nos lo cuenta!.
Escribes divinamente. Que gusto leerte.
Muchos besos
Pues conmigo que no se comuniquen ni se manifiesten, por favor. Ya sabes el miedo que me dan los bichos alóctonos.
ResponderEliminarPor cierto, ¿Has conocido al tal Elías?
¿sabes? la realidad siempre te acaba despertando, pero no te quita el momento disfrutado...alguna vez hemos sido Elías. Relatas lo lejano como algo muy cercano.
ResponderEliminarInquieto espero el próximo...
t.
Tati, también a mi me gustaría que, en caso de que los extraterrestres inteligentes existieran se hubieran fijado en nosotros, tuvieran la amabilidad de presentarse sin tanta zarandaja misteriosa y lucecita parpadeante.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte muy terrestre
Marieta, pues sí, el tal Elías nos contó una historia como ésta en un bar de un pueblo de Las Hurdes.Y para más pasmo, luego tocó la dulzaina acompañado de un tamboril.
t, la realidad es sólo una pequeña parte de lo que perciben nuestros sentidos, como decía aquel: hay otros mundos pero están en éste. O algo parecido.
Amaltea, que buen relato, me ha encantado.
ResponderEliminarIncluso es cómo si yo mismo hubiera estado en el bar del pueblo de Ladrillar, mientras el viejecito Elias, con una gran peca en su arrugada cara contaba la historia, medio ahogada por la dulzaina y los tamboriles que atronaban el bar y las afueras de lugar tan callado, quieto y fuera de nuestro tiempo; total afuera del bar solo se veian, paseando, un par de mujeres, bajitas, rechonchas, y con los rostros marcados por siglos de soportar todos los elementos y la endogamía de tan apartados lugares.
Comparto lo que tú y la viajera más lenta decís de los extraterrestres: identificaros, sin la menor duda para nosotros, atrasados seres que a veces usamos algo la inteligencia, pero poco.
Marieta, no temas de los extraterrestres, teme más de los terrestres, al menos de momento.
Aclaración: Creo que lo de "Hay otros mundos..." esta en el libro "El retorno de los brujos", de Louis Pauwels y Jacques Bergier.
Espero impaciente el próximo relato.
Qué imaginación, Pitágoras, casi casi es como dices. Gracias por referenciar la cita. Y sí,los terrestres, por ahora, hacemos mucha más pupa, hasta que no se demuestre lo contrario.
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