-¿Y dice usted que
necesito seguir el tratamiento unos cuantos meses más?
El psiquiatra apoyó
la cabeza sobre la palma de la mano y entornó los ojos del párpado superior de
pliegue abultado. ¿Dormía, acaso? No, reflexionaba sobre la preguntaba de su
paciente, Carme, propietaria del piso de la plaza Tetuán y que padecía
delirio erotómano. El doctor sopesaba el escaso avance de la terapia hasta el
momento y la posibilidad de cambiar de tratamiento clínico. La paciente no progresaba,
o era un progreso pasajero para volver a las andadas.
El enquistamiento de
su enfermedad durante decenas de años, había producido una especie de callo en
su personalidad, sólo susceptible de ser mutilado mediante cirugía. Bien
sabía el doctor que eso no era factible, aunque habría sido un remedio muy
efectivo. Con los ojos cerrados y casi sin mover los pálidos labios, preguntó:
-¿Cree usted que quiero retenerla conmigo porque estoy enamorado de usted?
-¿Cree usted que quiero retenerla conmigo porque estoy enamorado de usted?
-¿Le digo la
verdad, doctor?
-Para eso estamos aquí, conteste con sinceridad.
-Sí, lo supe desde el primer día. Y no le eche, doctor, la culpa a mi mal. Es muy distinto, veo en sus ojos y en la manera que tiene de escarbar en mi pasado que le fascino. Quiere usted saberlo todo de mí, y eso ....eso es...enamoramiento, aquí y en la Conchinchina
El psiquiatra respiró hondo, abrió los ojos y se encontró con los pies de la paciente, calzados en los zapatos azules de raso, impropios para la ocasión, que le venían grandes.
-¿Qué tal duerme?
-Inquieta, ya sabe que tengo un inquilino en casa, me acosa y temo que una noche no pueda reprimirse y me fuerce.
-Bien, a partir de mañana subimos la dosis y en vez de media pastilla tomara una entera antes de dormir.
-¿Le gustan mis zapatos?
-No.
Carme se levantó de su butaca ayudándose de sus musculosos brazos. De pie, miró de reojo al médico para pedirle con modestia que le dejara un trozo de papel y un lápiz.
-¿Cómo se llama mi enfermedad? Es que nunca me acuerdo y mañana salgo de excursión con unas amigas, por si me lo preguntan.
-Síndrome de Clérambault.
-¡Qué bonito nombre!
-El próximo jueves, no se olvide de traer el diario con todos los pensamientos anotados que se le ocurran.
-¿Todos?
-Todos,
siempre que sean en relación a los hombres con los que se relaciona. Sea
concisa, intentaremos separar el grano de la paja y verá que no son tantos sus
pretendientes.
-Si voy a
tener que escribir un tocho. Bueno, lo que usted diga, pero solo con los que
usted me inspira hay para llenar una enciclopedia.
University of Wisconsin Digital Collections.
¡Uauu! ¡Que interesante!
ResponderEliminarPor fin vemos en acción a la pareja que deberá hacer competencia a la clásica de doble personalidad (Mr. Hyde y Dr. Jekyll), se trata de la pareja perfecta (Dr. Freud y Mr. Madoff).
¡Temblad especuladores del mundo mundial!.
Ave Amaltea.
Cándido, esa combinación de Freud más Madoff podría tener un lado positivo sin desmerecer el perverso: la estafa como terapia para profundizar en nuestro subconsciente. Nos quedariamos arruinados, cierto, pero le echariamos la culpa a Edipo. Ave tú también.
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