Dress and Fashion. Digital Gallery NYPL Greig, T. Watson. A
¿Y no le gustarían esos del escaparate,
los de la hebilla? están rebajados un setenta por cien y son de diseño
exclusivo.
Dulce sopesó la futura utilidad del
calzado que le ofrecía la dependienta. Era talla 41, un número que le molestaba
pedir y que le hacía sentir hermanada con la mujer barbuda, sin atractivo
alguno y con un halo de levantadora de pesas que le horrorizaba, tenía que
resignarse con su anatomía. Las tallas que
gastaba eran su cruz. Calzado, talla 41; pantalón, 46; sostén,110. Ciento
ochenta centímetros de altura. Alta y robusta como si se hubiera hormonado
antes del destete. A los cincuenta y cinco años, Dulce había superado –casi- los traumas estéticos
de su juventud, y ahora estaba en la zapatería de lujo en plena evaluación de
la oportunidad que tenía delante.
-¿Me irían bien para una boda en la que
luciré un vestido gris cobalto?
La dependienta abrió los ojos como si hubiera descubierto en ese instante el método para conseguir convertir el agua en champán francés o en cava.
La dependienta abrió los ojos como si hubiera descubierto en ese instante el método para conseguir convertir el agua en champán francés o en cava.
-¡Ohhh,
serán perfectos! esos, los de la hebilla con un bolsito de estrás del
mismo color, estará fenomenal.
En la calle el viento era tan fuerte que
le levantaba los faldones de su pesado abrigo de lana de oveja merina. Dulce se
arrimó a la pared para evitar las ráfagas violentas que le cerraban los ojos.
Un poco antes de cruzar el semáforo, en mitad de la acera, expuesta a la
corriente que subía desde Rambla Cataluña, un cartel de "Se Vende Piso" cayó en diagonal
desde el balcón del cuarto piso, en venta. Dulce sintió un zumbido taimado rozándole la oreja.
La bolsa con los zapatos salió disparada a dos metros de distancia, quedo arrinconada
junto a los contenedores de basura. Había pagado al contado y
el recibo de la compra yacía abandonado dentro
de la bolsa, junto a los bonitos zapatos de lujo. Mientras el cuerpo de Dulce
esperaba el trámite de levantamiento de cadáver, Julito se llevó la bolsa con los
zapatos, dentro había también dos revistas atrasadas de National Geografic y un bocadillo de fuet, a medio comer,
del Pans and Company que había cerca
de allí. Estaba muy rico.
Los zapatos nuevos, sin estrenar, podía decir que eran
un golpe de suerte, aunque para la mujer tapada con una tela térmica, el golpe fuera
mortal.
¡Por Dios!
ResponderEliminarMe acongoja leer relatos como esté; si, ya sé que son reales como la vida misma, pero prefiero la fantasia tipo Zu y Obama de "El cielo abre los jueves".
A ver que será el siguinete relato...
Mucha suerte.
Anónimo, gracias por tu apoyo. Hay un punto cómico en casi cualquier circunstancia de esta vida.La cuestión es dar con él.
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